Page 99 - El rostro de las letras
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ticuatro, seguida de cerca por los veinte de Barcelona. La Galería de Celebridades más popular fue la que comercializó Jean Laurent (Nevers, Francia, 1816-Madrid, 1886) en las vísperas revoluciona- rias. De la reina abajo, el maestro francés incluyó en su catálogo
a todos los que eran algo en la Corte, cuyas fotografías vendió
por millares desde el formato tarjeta hasta “tamaño natural”. Se hallaba entonces en la cumbre de su creatividad y su prestigio. Afincado en España en 1843 y con galería propia en la Carrera de San Jerónimo desde 1856, pronto se convirtió en el más apreciado fotógrafo de la capital. Su admirable tenacidad y su capacidad para los negocios le permitieron crear la más amplia colección de vistas de ciudades, monumentos, obras de arte y retratos de los persona- jes del día, que comenzó a ofrecer al público en su catálogo de 1861. Si en este álbum primaban sobre todo las “vistas en tarjeta”, en el publicado en 1863 se encuentran ya, entre la pompa extravagante de los obispos, la fatuidad de los miembros de la realeza y la aristo- cracia y la estolidez de los espadones, medio centenar de escritores, sobrevivientes de los días declinantes de la revolución romántica, unos; en plena juventud, otros; escritores del presente, del pasado y del futuro, desde Víctor Balaguer y Patricio de la Escosura, hasta Campoamor y José María de Pereda 29. En los cuadernos de trabajo del maestro, se guardan numerosos retratos de los miembros de la generación romántica y posromántica, casi todos presentes en el célebre cuadro de Esquivel.
Los cuadernos de trabajo de Laurent constituyen un valiosísimo espejo de la vida pública española de los días isabelinos y de sus protagonistas más conocidos. Numerados y catalogados, identifi- cados las más de las veces, sus retratos componen un fascinante retablo iconográfico de su tiempo, que el público de la capital admi- raba cada día en los escaparates de su estudio. Buena parte de los grandes literatos de la época viven todavía en estos álbumes, dialo- gando entre ellos, asombrados quizás ante el milagro de su propia perpetuidad. Si en los primeros días del romanticismo no había llegado la fotografía a tiempo para registrar la efigie de las gentes; si la historia nos ha hurtado el rostro de los más grandes, de Larra y Espronceda, sí llegó a tiempo de atrapar la efigie de los que les siguieron, amigos y camaradas de juventud en la vida y en la litera- tura, que se fueron amojamando conforme se iba consumiendo el siglo, hasta acabar, embalsamados, en las viejas cartulinas sepia de
Caricatura de Jean Laurent realizada por el célebre dibujante Gabriel AUBERT. Hacia 1865 (Biblioteca Nacional de España)
 29 En 1861 ofrecía Laurent veinte retratos de “personas a escoger” (sic), por cien reales de vellón, “franco de porte y certifi- cado” (Almanaque La Iberia, edición de 1861). Cinco años más tarde, ya incluía paisajes y “retratos mágicos”, que se “ven- den a 12 reales el paquete de 12 fotogra- fías diferentes y se remiten a provincias” (La Iberia, 31 de mayo de 1866).




























































































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