Page 98 - El rostro de las letras
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RETRATOS PARA TODOS
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gies aparecían en las Galerías y Museos de Celebridades. “Pongo mi fotografía/ allá en la Puerta del Sol –escribió Pérez Escrich– y ya soy lo que se llama/ un conocido escritor”.
La fiebre del retratismo fotográfico no fue un capricho pasajero, lo cual permitió una larga y próspera vida a los estudios. La población española había pasado de cerca de doce millones de habitantes en 1833, a casi dieciséis en los primeros años de la Restauración. Ciu- dades como Madrid y Barcelona triplicaron su población, debido
a las crecientes migraciones que comenzaban a vaciar nuestros pueblos. En el ecuador del siglo contaba Madrid con 160.000 ha- bitantes, y Barcelona con 175.000. Treinta años más tarde, vivían ya en en la capital 398.000 personas, mientras Barcelona rebasaba las 350.000. En las vísperas revolucionarias España continuaba siendo un país eminentemente agrario en el que trabajaban 26.000 mineros, 150.000 obreros de la industria, 600.000 artesanos, cerca de dos millones de sirvientes y 2.390.000 campesinos y braceros. Pese a las profundas mutaciones sociales, sólo un uno por ciento
de la población –burgueses, aristócratas, obispos, generales– do- minaba aún al noventa y nueve restante, a través de las restrictivas leyes electorales y del propio uso y abuso del poder. Esta situación semifeudal se fue agravando en las postrimerías del reinado de Isabel II. Pese al tímido despegue industrial de Asturias, Cataluña
y el País Vasco, los trabajadores continuaban ganando entre tres y cinco pesetas, mientras que el kilo de carne costaba una cincuenta, y un kilo de pan, treinta y cinco céntimos. La Restauración con- sumó esta situación desigual y desigualitaria, mientras el sector más conservador de la triunfante burguesía se hacía con el control político y económico del país. No es de extrañar que todavía en 1875, más de un setenta por ciento de españoles permaneciesen un- cidos al infortunio del analfabetismo, y que la industria nacional se mantuviese bajo control del capital extranjero.
Aunque la fotografía continuaba siendo privilegio de las clases aristocráticas y burguesas, el negocio fotográfico creció entonces en España en proporciones considerables, aunque sensiblemente infe- riores a otros países europeos. No es casual que, dada la condición de Madrid como rompeolas de las Españas, la mayoría de los retra- tos de personalidades se realizasen en los estudios de la capital, que ya en los inicios de la década de 1860 alcanzaban la cifra de vein-
Discípulo adelantado de Fernández y González, Enrique Pérez Escrich (Valencia, 1829-Madrid, 1897) tuvo una presencia destacada en las populares Galerías de Celebridades del siglo XIX. Retrato de Eusebio JULIÁ. 1873 (Colección particular)
 

























































































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