Page 100 - El rostro de las letras
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RETRATOS PARA TODOS
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los fotógrafos, que hoy nos recuerdan cómo fue el tiempo pasado y nos consuelan de los estragos de la desmemoria.
No obstante, pocos de los retratos comercializados por Laurent tienen una calidad digna de su prestigio. Más que en las personas, Laurent parecía interesado en los personajes. Raramente trató de atrapar los gestos, la mirada de sus modelos, como ya habían hecho Carjat y Nadar en París, y estaba haciendo Eusebio Juliá a doscien- tos metros de su estudio. Quizás su retrato mejor y más popular
fue uno colectivo que realizó del gobierno provisional nacido de la Revolución de 1868, en el que encontramos al poeta y dramaturgo Adelardo López de Ayala, con su bigote gigante y perilla de trazo esmerado, con sus aires de gran figurón que le atribuyó su biógrafo, Luis de Oteyza. Se trata de un retrato de grupo en verdad excepcio- nal, y no sólo por su composición, sino por su interés histórico, por la importancia de los personajes que figuran en la imagen, por la camaradería que nos muestra entre políticos, escritores y el propio fotógrafo. Por el contrario, el retrato de Bécquer sólo es importante por la relevancia del retratado. Tomado hacia 1865, lo que prima en él, más que la persona del poeta, es la desmesura de una esceno- grafía de inspiración caribeña, que se enseñorea de la escena y del propio escritor, empequeñecido por el exceso del decorado y de su levitón con leontina, su sombrero hongo y su bastón que sujeta con desmayada cursilería con la mano derecha, mientras la izquierda busca amparo en el bolsillo del chaleco. No es fácil adivinar en este lechuguino que nos muestra Laurent, al escritor que habitó siem- pre en la gruta baudeleriana, condenado al infierno de la libertad; al poeta que años antes había retratado su hermano Valeriano, con la mirada atormentada de un ángel desterrado.
Laurent fue, sin duda, el más grande fotógrafo de la España del die- cinueve, el más apreciado por todos, ricos y pobres, cultos e ignoran- tes. Azorín se refirió a él en no pocas ocasiones, tanto en sus artí- culos como en sus novelas y libros de viaje. En La voluntad (1902), publicada cuando ya el fotógrafo francés había abandonado este mundo y su establecimiento permanecía activo gracias a la diligen- cia de sus sucesores, refiere el maestro de Monóvar cómo Antonio Azorín, el personaje de la novela, se entretenía “repasando la colec- ción de retratos que Laurent hizo allá por los años 60 y 70 (del siglo XIX). Figuran en ella diputados, ministros, poetas, periodistas, tiples,
 Este retrato de Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-Madrid, 1870), lo incluyó el fotógrafo Jean LAURENT en su prestigiosa galería de personalidades célebres. No es fácil adivinar en él al poeta que había retratado su hermano Valeriano, con la mirada atormen- tada de un ángel desterrado. Hacia 1865 (Ayuntamiento de Madrid. Museo de Historia)




























































































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