Page 333 - El rostro de las letras
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  tivo de entonces fue Antonio Cánovas del Castillo (1874-1933), no sólo por su importancia profesional, sino por su condición de líder de la estética pictorialista de los profesionales y aficionados de su tiempo, su carácter de puente entre los retratistas de la generación anterior y por lo relevante de sus aportaciones técnicas y teóricas, que fue desgra- nando en las páginas de la revista La Fotografía. Antes que fotógrafo, había sido pintor aficionado, ejerció de abogado, diputado, ocasional gobernador civil y colaboró con Jorge Burt en la redacción de un par de novelas perfectamente olvidables. En 1901 fundó y dirigió la revista La Fotografía, órgano de la Real Sociedad Fotográfica de Madrid,
que utilizó siempre como plataforma de promoción personal. Hom- bre culto si se le compara con sus compañeros de oficio, activo y bien relacionado, en el umbral del siglo decidió aprovechar los réditos de su apellido y establecerse como retratista en el centro de Madrid. Pronto abandonó sus juveniles fervores pictorialistas para convertirse en un retratista apreciable y lleno de recursos, que pretendía ser en Madrid lo que entonces era Reutlinger en París. En 1904 ya estaba instala-
KÁULAK. Estos retratos de Juan Vázquez de Mella (a la izquierda) y Marcelino Menéndez Pelayo, estuvieron expuestos en la Fotografía de Káulak hasta que la pasividad de la Ad- ministración permitió que lo adquiriese una multinacional, en los días finales del siglo XX. Hacia 1905 (Biblioteca Nacional de España)
 MenéndezPelayo Esdifícilencon- trar persona más sencilla, due- ña de tanto valor positivo, viva antítesis del pedante, archivo de amabilidades, pronto para dar un aliento, para ofrecer un estímulo.
RUBÉN DARÍO





























































































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