Page 304 - El rostro de las letras
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LA MÁSCARA DE LAS LETRAS
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  diferente a una tomada años después, por el maestro Compañy, que registró su mirada sombría, de hombre prematuramente avejenta- do, nacido para la desdicha y el dolor. Abatido también es el gesto de Ángel Ganivet, que descubrimos en el retrato ya canónico, que de él tomó el gran retratista finlandés Nyblin, que lo incorporó a su célebre galería de celebridades de su tiempo.
Las fotografías de los reporteros son más interesantes, pues nos muestran a los literatos en sus ámbitos privados, rodeados de las personas de su cercanía familiar y afectiva. Los reportajes que Díaz Casariego tomó en la casa de Roberto Castrovido, nos mues- tran al terrible mitinero con su mujer y su hija, su pierna de palo
y su barbita canosa, en los días que gobernaba con mano firme la redacción de El País, un local tronado de la calle de la Madera, que ocuparía después La Libertad; a Roso de Luna, hombre de fuerte y tormentosa personalidad, mitad escritor, mitad soldado y nigro- mante, el olvidado y excelente Salazar le sorprendió en 1920 en su
Ciges Aparicio (1873-1936). Ya desde sus días parisinos, que compartió con Manuel Machado, Manuel Ciges Aparicio parecía llevar escrito en su frente el triste destino que le aguardaba. Retrato de autor desconocido. Hacia 1900 (Bibliothèque Nationale de France)
KÁULAK. Rufino Blanco Fombona fue uno de los primeros que paseó por Madrid el orgullo de ser americano, como lo haría después el cholo César Vallejo. Hacia 1915 (Colección López Salvá)




























































































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