Page 30 - El rostro de las letras
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EL ROSTRO DE LAS LETRAS
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sólo es capaz de acceder a una categoría artística de la que en prin- cipio carece, cuando abandona su condición de mero registro de lo real para revelar las cosas que han dejado de existir. Incluso en el ámbito mismo del retrato, aprecia Proust su capacidad para repre- sentar a las personas de su entorno afectivo, su carácter de encuen- tro añadido a los que ya había tenido con ellos, más prolongado
y atento, capaz de permitirle contemplar a “sus anchas su rostro, sus cejas, su cuello, vedadas hasta entonces por la fugacidad de su presencia y la fragilidad de la memoria” (Le côté de Guermantes).
La relación de Proust con la fotografía es excepcional entre los escri- tores, tanto como lo fue su interés por la realidad social y cultural del mundo en que vivió. Como a Zola, Tolstoi, Galdós, Eça de Quei-
rós, Pedro Antonio de Alarcón, Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Unamuno y tantos otros, al gran escritor francés le fascinaban los retratos, que intercambiaba con las personas de su cercanía. Alejado de las corrientes naturalistas en las que militaron muchos de sus contemporáneros, a Proust siempre le deslumbró el poder evocador de la fotografía, más que su cualidad de documento irrefutable del pasado. Las fotografías, lo mismo que los libros, tenían para él su propia vida interior, no eran percibidas del mismo modo por todos los que las contemplaban, ni por una misma persona en momentos diferentes de su vida. Las fotografías, y en particular los retratos, muy familiares ya en los salones del mundo aristocrático y burgués que tan bien conoció, son objetos rituales que pasan de mano en mano, se regalan, se intercambian, se contemplan y se destruyen. Ante las fotografías uno no puede permanecer indiferente, porque todas tienen un discurso afectivo, una historia, un relato propio e in- transferible que las convierte en objetos familiares y culturales, más que en piezas artísticas o en meros certificados visuales. La dignidad de la fotografía crece cuando deja de ser un simple registro de lo real “y nos muestra cosas que ya no existen” (À l´ombre des jeunes filles en fleurs). Los retratos fotográficos que menudean en las páginas de À la recherche du temps perdu tienen una importancia extraordina- ria en la narración y Proust nos los muestra como objetos que más que desvelarnos una realidad pretérita, tienen vida propia, como protagonistas de un ritual especial que nos habla de las circunstan- cias en que fueron hechos y de las que viven los personajes que los contemplan. Nunca como en Proust, literatura y fotografía se relacio- nan entre sí con una proximidad mayor 7. Sabiendo lo que sabemos
La relación de Marcel Proust con la foto- grafía fue excepcional entre los escritores, tanto como lo fue su interés por la realidad social y cultural del mundo en que vivió. Retrato de Paul NADAR, a los quince años, 1887 (Colección Almodóvar)
 7 Ansón, Antonio, Novelas como álbumes. Fotografía y Literatura, Ed. Mestizo, Murcia, 2000. Sobre Proust, Brassaï publicó en 1997 la obra Marcel Proust sous l´empire de la Photographie (Gallimard) y, tres años después, Jean F. Chevrier publicaba Proust et la photogra- phie (Ed. L´Etoile).



























































































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