Page 29 - El rostro de las letras
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      12 EL ROSTRO DE LAS LETRAS
Cuando el doctor Charles Bovary trata de complacer a su mujer, Madame Bovary, lo primero que le viene a la cabeza es llevarla a
la capital de provincia para hacerse un buen retrato al daguerro- tipo, un género que ya gozaba de gran prestigio entre la burguesía francesa. “Era una sorpresa sentimental –escribe Flaubert– que el doctor reservaba a su mujer, un detalle de finura, su propio retrato fotográfico con su elegante traje negro”. Flaubert se interesó por
la fotografía debido a su cercanía con el célebre fotógrafo Máxime du Camp, con quien realizó un conocido tour de varios meses por Egipto, Palestina, Siria y Grecia, en 1851. Según relata du Camp en sus Recuerdos literarios, la complicidad creativa entre ellos llegó
a ser tan profunda, que se pasaban largas horas discutiendo sobre sus respectivos trabajos. En la frontera entre los siglos, las refe- rencias a la fotografía aumentaron significativamente. Ibsen buscó siempre la cercanía con los fotógrafos y situó la acción de una de sus obras en un estudio fotográfico. Eça de Queirós siempre sintió una honda fascinación por la fotografía. De hecho, en los años postreros del siglo XIX adquirió una cámara fotográfica, con la que tomó cientos de imágenes de los paisajes y las personas de su pre- dilección, que él mismo revelaba en un pequeño estudio que instaló en su casa de Neully-sur-Seine, en las proximidades de París. En los orígenes de su afición fue decisiva la influencia de su amigo Alberto Frazao, vizconde de Alcaide, uno de los primeros fotógrafos aficionados portugueses, autor de algunos de los mejores retratos del escritor, como uno colectivo en el que aparece el autor de Los Maias junto a Carlos Meyes, Oliveira Martins, Ramallo Ortigao, los condes de Arnoso, Sabugosa y Guerra Junqueiro 6.
En los años que siguieron, la relación de los escritores con la fotografía se hizo más estrecha. Emilio Zola, tan atento al nuevo lenguaje y amateur destacado, consideraba la fotografía como un valioso espejo de la realidad, mientras que para Marcel Proust el lenguaje de las cámaras no dejaba de ser algo inconcreto y difuso, sólo capaz de mostrarnos una idea distorsionada del mundo real, quizás porque ya intuía que la única realidad que la fotografía alcanza a ofrecernos es la del propio fotógrafo. A Proust, el simple reflejo de la realidad le aburre, ya que las imágenes fotográficas,
de tan verídicas, apenas le permiten imaginar lo que muestran, tal como lo hacen las obras de los dibujantes y grabadores, artistas su- puestamente más personales. La fotografía, parece decirnos Proust,
En 1840, Edgar Allan Poe escribió en el Alexander´s Weekly Messenger que el daguerrotipo constituía el más importante y extraordinario triunfo de la ciencia moder- na. Esta reproducción daguerrotípica de un retrato suyo tomado en 1849, fue realizada por el procedimiento Cornwell antes de que el original desapareciese en 1850 (The J. Paul Getty Museum, Los Ángeles.)
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fotobiografía”, Ed. Laya, Brasil, 2010.
Campos Matos, A., “Eça de Queirós:
























































































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