Page 28 - El rostro de las letras
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EL ROSTRO DE LAS LETRAS
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Más obsesiva fue la relación de Gerard de Nerval con la fotogra- fía, un oficio para el que, según él, era menester mucha pericia y paciencia. A Nerval le fascinaban las maniobras de los daguerroti- pistas, los locales tronados en los que ejercían su trabajo, el brillo inmaculado de las placas de plata en las que veía reflejado su rostro torturado. Él es el autor de una de las primeras y más hermosas referencias al daguerrotipo, en una de sus melancólicas estampas de las noches parisinas, en 1852. En ella describe el local de espar- cimiento El Ateneo de París, en el que el visitante podía “encon- trar diversiones diversas, desde el billar, la esgrima, el boxeo ¡y el daguerrotipo!, un instrumento capaz de mostrarnos el milagro de la vida”. Nerval, que había sido retratado por un daguerrotipista
en 1842, nos ha descrito su primera experiencia como víctima de los fotógrafos. “Eugène Gervais, el daguerrotipista para el que posé –escribió en 1845– es un hombre de talento, más serio que Nadar, pero realiza su trabajo con demasiada veracidad. Todo el mundo dice que, más que ninguno, el mío parece un retrato póstumo”. Nerval, que a menudo necesitó los cuidados de los médicos para combatir sus accesos de melancolía, sintió siempre un indisimu- lado pavor por la fotografía. Para él, el retrato fotográfico, de tan real, resultaba ajeno y aterrador. “El mundo –escribió en 1853 a su amigo Alejandro Dumas– está lleno de dementes que no quieren ver. Deberían quedarse en su casa y romper todos los espejos”. Pese a las alucinadas obsesiones que le ocasionaba la fotografía, nunca dejó de frecuentarla. En una ocasión, al salir de la clínica del doctor Blanche en la que estuvo internado entre 1841 y 1854, se procuró una cámara de daguerrotipos con la que emprendió uno de sus viajes por Oriente. Meses después, estando en Alemania, encontró una biografía suya ilustrada con una litografía realizada a partir del retrato realizado por Gervais. Al verse en aquella imagen creyó reconocer su propio rostro atormentado durante los días más atro- ces de su enfermedad. “El daguerrotipo –escribió entonces– es un instrumento que nos exige grandes dosis de fortaleza y conformi- dad. Al contemplarse uno en su retrato fotográfico cree reconocerse a sí mismo, pero más que a su imagen viva cree contemplar su propio cadáver. Más vale no verse, no mirarse. Es lo más sensato”.
Gustave Flaubert, del que se conoce su íntima relación con los fotógrafos, mostró un profundo interés por la fotografía desde los primeros días del daguerrotipo, “el más notable invento del siglo”.
A Gerard de Nerval, los primeros daguerroti- pos, de tan reales, le resultaban aterradores. Retrato de Félix NADAR, 1854 (Bibliothèque Nationale de France)
  A pesar de que no es un fotógrafo muy cono- cido, Herbert WATKINS es el autor de algunos de los mejores retratos de Charles Dickens, como este tomado hacia 1860 (Colección Alberto Ferragut)




























































































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