Page 290 - El rostro de las letras
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LA MÁSCARA DE LAS LETRAS
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  fotógrafo? Que no pase jamás por vuestra imaginación tal disparate. Yo estimo también, cordialmente, a los fotógrafos. Os confesaré que siempre que yo llego a una ciudad desconocida mi primer cuidado es contemplar los escaparates de los fotógrafos. Yo veo en ellos los rostros de los buenos señores que viven en el pueblo y a quienes no conozco. ¿Qué dicen estos rostros? ¿Qué ideas, qué esperanzas, qué desconsuelos hay detrás de todas estas mentes femeninas, juveni- les?”. Ya hemos hablado de su estrecha relación con Enrique Cerdá, en sus años de adolescencia. Después, frecuentó en Madrid el estu- dio de Manuel Compañy, con el que intercambió abundante corres- pondencia, que delata su cercanía personal con el fotógrafo 63.
No son precisamente escasas las fotografías que se han conservado de Azorín, desde las primeras que realizó Cerdá, hasta las últimas que debemos a la mano de Jorge Campos, cuando el maestro había cruzado ya el rubicón de los noventa años. Sin olvidar los excelentes retratos suyos de Biedma, Alfonso, Salazar y Campúa. Fue también,
SALAZAR. Azorín con su mujer, Julia Guinda, en el salón de su casa madrileña de la calle de Los Madrazo. 1914. A la izquierda, Azorín en los años en que se le veía por Madrid ataviado con su elegante capa negra. Hacia 1905 (Co- lección particular)
63 “Un filósofo que no era pequeño, como yo –escribió Azorín a Compañy–, ha dicho que la filosofía nos sirve para que vivamos resignados sin una mujer, o bien para soportar la que tenemos”. Archivos de la Casa Azorín de Monóvar.





























































































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