Page 289 - El rostro de las letras
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    272 LA MÁSCARA DE LAS LETRAS
  dena”. En las fotografías, ya se observa la diferencia, en la que Alfonso les hizo a los dos hermanos en su estudio y, sobre todo, en un retrato despojado de Manuel pegando fuego a un cigarro en los primeros días de la República. En lo que sí se parecían los hermanos era en que nin- guno ambicionaba nada, ni honores ni riquezas. Cuando las borrascas de la Guerra Civil lo arrasaron todo, Manuel se encontró aislado de su madre, de sí mismo, de sus hermanos y de la mayoría de sus amigos. El tremedal de la guerra lo castigó doblemente dejándole solo, anclado en un país que había desterrado la alegría.
De Azorín (Monóvar, 1873-Madrid, 1967) ya conocemos su interés por el mundo de los fotógrafos, por sus viejos y melancólicos estu- dios, por lo literario de su oficio, más que por su trabajo. Algo que se advierte en alguno de los textos reunidos en Los pueblos (1905) dedicado a la “monótona ciudad” –Monóvar–, en la que transcurrió su infancia. “Don Baltasar –leemos– es el fotógrafo. ¿Afirmaréis vosotros que en los pueblos hay un hombre más interesante que el
Dos retratos de Manuel Machado. A la izquier- da, con su mujer, Eulalia Cáceres, en 1910.
A la derecha, el poeta con 22 años más, en los primeros días de la República. (Archivo Fotográfico ABC)
 ManuelMachado Yosoycomolas gentes que a mi tierra vinieron/ –soy de la raza mora, vieja amiga del sol–/, que todo lo ganaron y todo lo perdieron/. Tengo el alma de nardo del árabe español.
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