Page 202 - El rostro de las letras
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EL OJO DE LA HISTORIA 185
los fotógrafos aficionados españoles, quienes, con medio siglo de re- traso, trataban de imitar las anacrónicas y pretenciosas recreaciones librescas y mitológicas del pictorialismo inglés nacido de una costilla del prerrafaelismo. Pero fue en el campo del reportaje donde realizó Franzen sus mejores trabajos, los más originales y novedosos. En Blanco y Negro publicó sus celebradas secciones Estudios Fisio- nómicos, Madrid de Noche y Fotografías Íntimas. En la primera reunió su galería de actores célebres, a los que hacía representar ante la cámara escenas de sus obras; en Madrid de Noche ofrecía a los lectores del semanario los ambientes nocturnos de la capital, las re- dacciones, salones aristocráticos y cafés; y en la tercera ilustró las entrevistas con los personajes del día, en la intimidad de sus hogares. Franzen colaboró también en otras publicaciones como La Ilustra- ción Española y Americana, Ateneo, Nuevo Mundo, Vida Literaria y Alma Española. Especialmente importante fue su presencia en
la primera época de Alma Española, que compartió con Manuel Compañy. De ambos fotógrafos fueron la mayoría de los reportajes y retratos de las celebridades publicados en aquel fugaz semanario. Buena parte de sus fotografías de entonces las reunió luego en los fascículos del llamado Álbum Nacional y en el álbum Los salones de Madrid, con un texto del ya mentado Monte-Cristo y prólogo de la flamante condesa de Pardo Bazán.
El éxito de Franzen fue extraordinario. Este fotógrafo de reyes y rey de los fotógrafos, como proclamaba en su publicidad, fue además un hombre culto y curioso, atento siempre a la realidad social de Madrid, cuyas calles recorrió incansablemente de la mano del periodista Luis Bermejo, que le hacía de lazarillo. Es más que posible que su rotun- do éxito social apagase buena parte de lo que en él había de creador, de investigador atento a las nuevas sendas de la fotografía y sus portentosas dotes como reportero, que olvidó un tanto en favor del amaneramiento pictorialista, tan apreciado entonces en los elegantes ambientes de la flamante Real Sociedad Fotográfica de Madrid, inte- grada por aristócratas –de sus primeros setenta socios de la sociedad, más de veinte ostentaban títulos nobiliarios–, miembros de las castas financieras, industriales y militares. Con todo, fue un fotógrafo muy popular en su tiempo, no sólo entre los miembros de la alta sociedad, sino entre los artistas y literatos, que apreciaban sinceramente su talento y la delicadeza de su registro. Es conocida su cercanía personal con Joaquín Sorolla, con el que colaboró en no pocas ocasiones, como































































































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