Page 157 - El rostro de las letras
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      140 EN LA FRONTERA DE LOS SIGLOS eran, sorprendidos en sus propias casas y faenas, en la compañía
de las personas de su cercanía familiar y afectiva.
El retrato de personalidades iniciado en los días aúreos de la tarjeta de visita se fue complementando con el trabajo de algunos de los epígonos de la primera generación de fotógrafos, como los hermanos Edgardo y Fernando Debas, supervivientes de las primeras migra- ciones de profesionales europeos hacia España. Llegados a Madrid en los días que siguieron a la revolución de 1868, sus imágenes de
la vida social de la ciudad constituyen el equivalente fotográfico a las crónicas mundanas de Ramón de Navarrete –el célebre Asmodeo inmortalizado por Valle-Inclán en La corte de los milagros–, el marqués de Valdeiglesias, Pérez de Guzmán, Amós Escalante y Pedro Antonio de Alarcón, los únicos que tenían entrada franca en los palacios de la capital. “En los álbumes de estas casas –ha dejado escrito el marqués de Valdeiglesias–, podían verse las fotografías (de los hermanos Debas) de los padres de la generación de mis tiempos, luciendo trajes de sus antepasados, con trusas y atavíos lujosos, en demostración que entonces se otorgaba a estos grandes bailes de tra- jes, en los que hasta los hombres más respetables llevaban atuendos de época y fantasía”. Fue en aquellos concilios donde germinó la se- milla pictorialista importada de los salones ingleses y franceses, cuyo nivel cultural superaba en mucho el de los españoles, si hemos de creer a la infanta Eulalia, la más culta y viajada de la saga borbónica. Con medio siglo de retraso respecto a Inglaterra se perpetraron allí, como una excelsa novedad artística, los pretenciosos y extemporá- neos tableaux vivants copiados del Londres victoriano y del París del Segundo Imperio, que inmortalizaron en sus placas los más ilustres representantes del emergente pictorialismo español.
Uno de los más destacados profesionales madrileños de entonces fue Manuel Alviach (1848). Establecido en 1875 en la Puerta del Sol, el suyo fue uno de los gabinetes más prestigiosos de su tiempo y el preferido por los miembros de la emergente burguesía liberal. En buena medida, él representa a los miembros de la primera y
la segunda generación de grandes retratistas españoles, a los que Káulak recordaría después en uno de los impagables trabajos que publicaba en la revista La Fotografía, en el umbral del siglo XX. “En el pasado –escribió en 1911–, unos cuantos fotógrafos en la época de su apogeo ahorraban capitales de hasta 10 y 20 mil duros. Euse-





























































































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