Page 92 - Perú indígena y virreinal
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incondicional a la Sagrada Forma —símbolo mesiánico de la Casa de Austria española—, permitió que el arte virreinal representara a Rosa —custodia en mano— junto al monarca hispano quien, con la espada en alto, defendía el culto a la Eucaristía atacado por los moros infieles. Se trataba de una alegoría política que exalta- ba la unión estratégica de España con sus reinos de ultramar para combatir el protestantismo y el islam. Impe- dida de predicar por su condición de mujer, un año antes de morir, la virgen limeña adoptó a un niño huérfa- no para que fuera misionero en los Andes. No por ello, empero, dejó de reconocer los abusos cometidos contra los indios. Sus curiosas visiones del demonio en la forma de un mastín o perro devorador con el que lucha a brazo partido, recuerdan a los canes empleados por los españoles durante la conquista del Perú como arma de guerra para cazar indios o arrancarles confesiones, una vez prisioneros (Busto Duthurburu, 1978, pp. 479-481). Con esta visión, Rosa transformaba su propio cuerpo en una metáfora del indio sufriente; en un ex voto humano.
Otra celebre visión contenía proyecciones sociales y políticas más complejas o sutiles. En una ocasión, Cristo se le aparece a Rosa como un maestro de cantería y la conduce a un obraje que él dirige. Este rudo ofi- cio, asociado a las labores mineras de indios sujetos al régimen tributario obligatorio de la mita, estaba en manos de hermosas doncellas laicas vestidas de gala ocupadas en cortar mármoles y ablandarlos con sus repe- tidas lluvias de lágrimas. Es probable que el origen de esta visión se basara en el obraje minero de indios que su padre, don Gaspar Flores, administraba en Quives, un pueblo en la serranía de Lima a donde la virgen lime- ña se trasladó con su familia por los años de 1597. Una sola visita a este lugar habría bastado para convertirlo en una metáfora triunfalista criolla: los duros mármoles indianos tallados por las esposas seglares del Cristo cantero —por Rosa y sus discípulas—, representaban a los feligreses indígenas, que una vez pulidos servirían para construir la Iglesia renovada y profética americana. Algunos cronistas criollos, como el agustino Ramos Gavilán, emplearían símiles análogos al comparar la Iglesia americana a una cantera repleta de plata y piedras preciosas que maduraban al interior de la tierra bajo los rayos benéficos del Sol de Justicia (Ramos Gavilán, 1988, p. 291). Y en el siglo XVIII, el manuscrito anónimo conocido como el Llanto de los Indios cristianos en la Amé- rica Peruana (Planctus indorum christianorum in America peruntina, ca. 1750), dirigido al papa Benedicto XIV, incluso describe al sacerdocio indígena y mestizo como parte de un pueblo sufriente, maltratado y alienado de la vida sacramental de la Iglesia que amenazaba con sublevarse y romper su compromiso de vasallaje con la monar- quía hispana, si ésta no reconocía
que de las piedras [Dios] puede hacer hijos de Abraham, de los indios, piedras pulidas con el martillo de ingentes trabajos durante dos siglos, instituirá hijos de la Iglesia fuertes y vigorosos que sean Príncipes de sus hermanos sobre toda esta tierra americana
(Navarro, 2001, p. 92)
No eran los tesoros auríferos del Perú sino sus santos predestinados los que desde el Nuevo Mundo restaurarí- an a la vieja Europa con una nueva Iglesia apostólica americana.
La proyección universalista del culto a la primera santa americana explica las interpretaciones que se hicieron del milagro acontecido en su cuna, a los tres meses de nacida, cuando el rostro de la párvula se trans- figuró —literalmente— en una rosa con ojos, nariz y boca. El incidente no pasó desapercibido. Fue pintado en repetidas ocasiones tanto en el Perú como en Nueva España y sus panegiristas se basaron en esta bizarra
Fig. 3 Anónimo cusqueño, Visión de la Iglesia militante mestiza americana: El Cristo cantero conduce a Rosa a un obraje de mujeres laicas que él dirige, siglo XVIII, Lima, monasterio de Santa Rosa de Santa María
Fig. 4 Anónimo, El milagro de la cuna a los tres meses de nacida, siglo XVII, Lima, basílica-santuario de Santa Rosa
SANTA ROSA DE LIMA Y LA POLÍTICA DE LA SANTIDAD AMERICANA [ 99 ]