Page 90 - Perú indígena y virreinal
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  de Porras (1579-1639) y seguiría de cerca la labor misionera desempeñada en el Perú por el franciscano español san Francisco Solano (1549-1610), célebre por los sermones que predicó, crucifijo en mano, en la Plaza Mayor de Lima desde donde denunció los pecados públicos de la ciudad por los que sería castigada con terremotos y lluvias de fuego.
La pintura virreinal americana suele representar a santa Rosa como a una monja perteneciente a la orden de santo Domingo de Guzmán, pero en realidad ella jamás abandonó su situación de beata laica. Esto explica que siempre residiera en casa de sus padres o con la familia Maza-Uzátegui (hoy el convento de Santa Rosa de las Monjas, en Lima) donde murió y vivió los últimos tres años de su vida. Al igual que las begardas en la tardía Edad Media, la profesión beateril intentaba retornar a la vita apostólica de la primera comunidad cristia- na a través de un extremo ascetismo devocional que se encontraba a medio camino entre la vida conventual y el estado seglar (Huerga, 1978, p. 377). Las beatas practicaban la pobreza voluntaria, la castidad perpetua y viví- an de limosnas o de sus trabajos manuales. Consciente de los peligros y tentaciones propios de este camino espiritual, en varias visiones sobrenaturales santa Rosa comprendió la necesidad de darles a las beatas limeñas una regla fija y fundar un convento dominico dedicado a santa Catalina de Siena (1347-1380), en el que ella tan sólo aceptaría el velo blanco para servir en la enfermería. Por su corta edad, empero, a santa Rosa incluso se le denegó el permiso de profesar oficialmente como terciaria dominica y en 1606 recibió únicamente el hábi- to en una ceremonia privada e informal de manos de fray Alonso Velásquez, uno de sus confesores limeños dominicos. Años antes había vestido el hábito franciscano y según el testimonio del jesuita Diego Martines, confesor de Rosa, continuó usándolo debajo del hábito blanco catalino hasta el día de su muerte (MSRSM, Proceso Ordinario 1617-1618, fol. 65).
Las admirables mortificaciones, ayunos maratónicos, técnicas de contemplación y devociones religiosas de la santa limeña permiten rastrear las fuentes intelectuales que nutrieron su pensamiento místico y sustenta- ron su modelo de vida penitencial. Su visión del mundo natural como el santuario viviente de Dios, repleto de signos que conducen la mente al Creador, proviene del naturalismo sacramental o del misticismo contemplativo franciscano tardío medieval que había rebrotado en la España del siglo XVI con las obras del franciscano Francis- co de Osuna y del dominico fray Luis de Granada (1504-1588), entre otros. Los libros de este último sirvieron de guía espiritual permanente para santa Rosa, y en el Perú su uso para seglares fue tan generalizado que en 1607 se tradujo un compendio de ellos al quechua o lengua general de los incas (Meléndez, 1681, t. 2, p. 494). Fue por su deseo ardiente de imitar la vida de santa Catalina de Siena que, a los cinco años de edad, Rosa tomó su voto de virginidad perpetua y a los doce se cortó los cabellos. Años después padecería en casa de sus padres los mis- mos maltratos sufridos por la santa italiana al rechazar a los pretendientes que sus progenitores le presentaban para casarla. A modo de penitencia, ambas santas imitaron a Cristo coronándose de espinas y buscaron vivir en aislamiento del mundo como los Padres del Desierto. Del místico dominico san Enrique Susón (1295-1366), Rosa adquirió la costumbre de llevar una gruesa cadena atada al cinto, ajustada por un candado. De san Francisco de Asís tomó el modelo de cama donde Rosa dormía tan sólo dos horas diarias: un lecho de troncos nudosos ama- rrado con correas que simbolizaba «la cama que Christo Nuestro Señor tuvo en el Árbol de la Cruz». Sus rigu- rosos ayunos seguían los recomendados por Gregorio López (1542-1596), el primer anacoreta de Indias que murió en Nueva España, célebre por sus comentarios al Apocalipsis (Hansen, 1929, pp. 80-81).
La semejanza entre el misticismo nupcial de santa Teresa de Jesús (1515-1582) y el de santa Rosa no fue fortuito. En 1614, cuando el doctor Juan del Castillo († 1636), toledano de Salarrubias y médico seglar de
 Fig. 2 Anónimo limeño, Retrato de santa Rosa, siglo XVIII, Lima, convento de San Francisco
 SANTA ROSA DE LIMA Y LA POLÍTICA DE LA SANTIDAD AMERICANA [ 97 ]





























































































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