Page 89 - Perú indígena y virreinal
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santa rosa de lima
y la política
de la santidad americana
Ramón Mujica Pinilla
Estrictamente hablando, las hagiografías o vidas de los santos no son biografías históricas. Su finalidad, aparte de fomentar o resumir los procesos jurídicos de beatificación y canonización, era deleitar e instruir —delectare et docere— a los fieles de la Iglesia con las virtudes admirables de quienes, con la ayuda del Espíritu Santo, practi- caron el camino de perfección predicado por Cristo y sus apóstoles. Pese a ello, para el investigador contempo- ráneo una hagiografía es también una fuente inagotable de información histórica, sociológica y antropológica que puede ser evaluada críticamente incluso sin la necesidad de ingresar al espinoso tema relativo al origen natural o sobrenatural de las experiencias visionarias y poderes taumatúrgicos de los santos. No es la evidencia científi- ca de lo milagroso lo que el historiador investiga sino los modelos de santidad, los modos de percepción y/o las categorías de análisis empleadas por los hagiógrafos del pasado. La corta vida de santa Rosa de Lima (1586-1617) es un caso particularmente ilustrativo de cómo la búsqueda de perfección espiritual tiene una dimensión social, religiosa y política que difícilmente puede ser aislada del contexto cultural urbano en el que transcurrió la vida terrenal de la santa.
Según el cronista franciscano Buenaventura Salinas y Córdoba a menos de un siglo de que el conquis- tador Francisco Pizarro fundara en 1535 la Ciudad de los Reyes, capital de los reinos del Perú, ya contaba con cuarenta iglesias que anualmente ofrecían al cielo más de 300.000 misas y entre los dominicos, franciscanos, agustinos, mercedarios y jesuitas, sin mencionar a las decenas de monjas enclaustradas, más del 10% de su población vestía el hábito religioso (Brading, 1991, p. 351). Por sus ricos templos los cronistas conventuales des- cribían a Lima como una nueva Roma americana —como una ciudad monasterio—, y por su célebre y precur- sora Universidad de San Marcos, como una nueva Salamanca. Entre 1614 —tres años antes de la muerte de santa Rosa— y 1630, la población de Lima creció de 25.454 habitantes a 40.000 y eran tantos los procesos de beatificación abiertos en Roma para evaluar las vidas de los siervos y siervas de Dios muertos en la Ciudad de los Reyes o en el Perú que, en 1683, Francisco Antonio Montalvo aseguraba que con los nombres de tantos bie- naventurados podía escribirse una larga loa o «letania limana» (Montalvo, 1683, p. 67). La propia santa Rosa recibió el sacramento de la confirmación del prelado español santo Toribio Alfonso de Mogrovejo (1538-1606) —quien fuera nombrado arzobispo de Lima en 1579—, sería amiga del lego mulato dominico limeño san Martín
Fig. 1 Angelino Medoro, Retrato de santa Rosa muerta, 1617, Lima, basílica-santuario de Santa Rosa
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