Page 91 - Perú indígena y virreinal
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la Inquisición de Lima, sometió a la santa a un «examen de conciencia» para evaluar la veracidad de su «noche oscura» del alma y sus visiones sobrenaturales, descubrió que desde muy temprana edad había logrado un estado contemplativo superior al de muchos hombres letrados y doctores eclesiásticos: la unión del alma con Dios. Sus informes fueron tan decisivos para el proceso ordinario (1617-1618) y apostólico (1630- 1632) de beatificación y canonización de la virgen peruana, que abren ambos documentos. Lo que no suele conocerse es que por aquellos años el doctor del Castillo se encontraba escribiendo dos tratados de mística que en 1624 serían censurados y prohibidos por el Santo Oficio de la Inquisición: un comentario sobre Las Moradas teresianas (la teología mística que le serviría a del Castillo para pormenorizarle a Rosa todas las etapas de la per- fección interior) y otro libro manuscrito de revelaciones propias. Fray Luis de Bilbao, uno de los calificadores, que había sido confesor de santa Rosa, alegando razones de salud, ayudó a exculpar al doctor pese a que sus escri- tos —redactados años atrás cuando santa Rosa aún vivía— repetían, según los censores del Santo Oficio, muchos de los errores doctrinales de los alumbrados españoles, una herejía emparentada a los adeptos medie- vales del Libre Espíritu (Mujica Pinilla, 2001, cap. 3).
La situación se complicó al comprobarse que, tras la muerte de santa Rosa, se desató en Lima una ver- dadera epidemia de mujeres clarividentes, muchas de ellas beatas, amigas íntimas de santa Rosa y del doctor del Castillo, a las cuales también se les acusó de «alumbradismo» en sendos procesos inquisitoriales (Millar Corvacho, 2000, pp. 277-305). La duda terminó por recaer sobre la santa limeña, y, hacia 1624, el inquisidor de Lima de origen vasco, Andrés Juan Gaitán (activo entre 1611-1651), ordenó que se recogieran del convento de Santo Domingo y de la casa de los padres de la santa, todas sus reliquias: papeles (¿cuadernos o diarios manus- critos?), cartas y partículas de sus hábitos. Incluso, para demostrar su poder frente al clero local, Gaitán retiró de la iglesia de Santo Domingo el cuerpo incorrupto de la virgen limeña que unos años antes, en 1619, el pro- pio arzobispo de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero, había colocado en un nicho al lado derecho del altar donde se veneraba el retrato de santa Rosa muerta, esbozado por el pintor manierista romano Angelino Medoro y del que se derivarían todos sus retratos póstumos. A decir verdad, ni Juan del Castillo ni las beatas ilusas, segui- doras de Rosa, fueron alumbradas. Ninguna de ellas jamás cayó en un sobrenaturalismo sectario ni negó la efi- cacia mediadora y real de los sacramentos, motivo por el cual fueron conciliadas a la Iglesia en un auto de fe celebrado el 21 de diciembre de 1625 en la Plaza Mayor de Lima.
Lo que estaba realmente en pugna era el florecimiento de una nueva corriente de espiritualidad feme- nina y laica, gustosa de revelaciones y visiones sobrenaturales privadas que se valían de un discurso legiti- mador profético para destacar el papel providencial de ciertas órdenes religiosas y de los criollos, mestizos e indios en el drama cristiano de salvación. Las propias visiones sobrenaturales de santa Rosa tenían un pode- roso mensaje político. No fue accidental, por ejemplo, que un Domingo de Ramos de 1617, Rosa celebrara sus «desposorios místicos» con el Niño en brazos de la Virgen del Rosario, patrona de las armas del rey Felipe II, que se había aparecido en el Cusco para lograr la victoria militar del ejército español sobre el de los incas. Este matrimonio espiritual contraído con una talla de madera que cobra vida milagrosamente, cifraba la incondi- cional alianza del criollo con la misión apostólica de la monarquía hispana en Indias e ilustraba el triunfo en el Perú de la teología contrarreformista de las imágenes religiosas como soportes de contemplación y apoyo visual para entender los sermones (Mujica, 2002, pp. 219-313). Cuando en 1615 llegan los piratas calvinis- tas holandeses a las costas de El Callao, amenazando con saquear los ricos templos de Lima, Rosa corre a la iglesia de Santo Domingo, trepa al altar y se propone luchar y morir por el Divino Sacramento. Esta defensa
[ 98 ] RAMÓN MUJICA PINILLA