Page 75 - Perú indígena y virreinal
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  proporcionó los fermentos esenciales para que los artistas, formados en el país y confrontados con las exigen- cias estéticas de su medio, tomaran selectivamente algunos componentes, desecharan otros y elaborasen, de manera paulatina, las diversas respuestas que fueron constituyendo las escuelas pictóricas virreinales.
Leonardo Jaramillo (activo entre 1619-1643) es el maestro español más notable e influyente de ese momen- to de transición. Había nacido en Sevilla y era clérigo de órdenes menores. Perteneciente a la generación de Juan de Uceda y Alonso Vázquez, la formación artística de Jaramillo debió efectuarse en la capital andaluza, dentro del círculo humanístico agrupado en torno del pintor y teórico Francisco Pacheco. Al trasladarse al Perú, hacia 1619, Jaramillo inició actividades en las ciudades norteñas de Trujillo y Cajamarca. Por el año 1635 estaba en esta última y allí suscribió contrato de aprendizaje con Tomás Ortiz de Olivares y Juan de Sotomayor. Con ellos via- jaría al año siguiente, para instalarse definitivamente en la capital.
Justamente en 1636, Jaramillo firma en Lima el gran lienzo de La imposición de la casulla a san Ildefonso (Lima, convento de los Descalzos), que demuestra la adecuación de su estilo al gusto italianista todavía impe- rante en la ciudad, si bien se insinúa ya un tratamiento claroscurista en la figura del santo titular. Similar convi- vencia de estilos se observa en el sector de pintura mural que correspondió ejecutar a Jaramillo dentro del claus- tro mayor franciscano, fechable hacia 1640. Algunas de las escenas de la vida de san Francisco de Asís, muy fragmentadas hoy, permiten apreciar insólitas representaciones de personajes contemporáneos: frailes, aristó- cratas y villanos, todos los cuales confirman una incipiente tendencia verista en la obra madura de Jaramillo.
Por la misma época, en el Cusco, pintores como Gregorio Gamarra, Francisco Padilla y Luis de Riaño repre- sentaban un italianismo más provincial y arcaizante. Esta tendencia ofrece particular interés en el caso de Gamarra, altoperuano que se había formado y trabajado en Potosí antes de afincarse en la región cusqueña. Ya se encontra- ba allí en 1607, cuando firma el cuadro de la Aparición de san Francisco al papa Nicolás V, en la Recoleta francisca- na. Por su parte, el criollo Riaño participó en el florecimiento regional de la pintura mural destinada a decoración de las reducciones indígenas dispuestas por el virrey Francisco de Toledo a partir de 1572. Entre sus colegas había ya un conocido pintor indígena, Diego Cusi Huamán, activo en Urcos y Chinchero desde los primeros años del siglo.
En contraste con el relativo aislamiento de los artistas cusqueños, Lima vivía en constante contacto con las novedades metropolitanas a través de la creciente importación de lienzos desde la Península. Una de las pri- meras remesas de importancia fue la serie sevillana de la vida de santo Domingo, por Miguel Güelles y Domin- go Carro (1608), destinada al claustro mayor de su convento limeño. Más adelante, las nuevas corrientes se irán abriendo paso gracias al floreciente comercio artístico transatlántico. El barroquismo hispánico se afirmará de una manera definitiva con el apogeo de las grandes series monacales de Francisco de Zurbarán. Entre 1637 y 1647 aparecen registrados varios envíos de cuadros zurbaranescos al virreinato del Perú, en respuesta al enor- me éxito que su estilo había obtenido en la urbe andaluza.
SURGIMIENTO DE LAS ESCUELAS VIRREINALES
Varias generaciones de pintores, criollos en su mayoría y formados en talleres locales, venían trabajando en las prin- cipales ciudades del país al promediar el siglo XVII. Prueba de ello es el esforzado intento de agremiación empren- dido por los artífices de Lima en 1649, quienes sumaban al momento treinta y dos maestros de pintura, policro- mía y dorado, quienes nombraron como apoderados a Bartolomé Luys, Francisco Serrano y Juan de Arce. Su propósito inmediato era defenderse de la competencia desleal que significaba la creciente proliferación de obra- dores con fines puramente comerciales —algunos incluso dirigidos por clérigos empresarios— en los que se hacía
  [ 82 ] LUIS EDUARDO WUFFARDEN
Fig. 2 Leonardo Jaramillo,
La imposición de la casulla a San Idelfonso, 1632, Lima, convento de los Descalzos

























































































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