Page 72 - Perú indígena y virreinal
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Fig. 7
la Almudena en la fiesta del Corpus Christi, Cusco, 1990
a recibir órdenes sagradas. Este panorama ofrecía entonces la ocasión para crear algo nuevo, una sociedad dife- rente en la que se fundaban muchas esperanzas. El Cusco, por las calidades prehispánicas y por la manera en que se reorganizara en 1534, se constituye en un ejemplo digno de conocerse con detenimiento. Las mismas corrientes artísticas del manierismo primero y del barroco después dejarían una fuerte impronta en la ciudad, siendo este último movimiento el que calara más hondo entre sus habitantes.
Mientras tanto, las antiguas terrazas de cultivo —andenes—, que fueran tan apreciados por españoles en un primer momento, fueron cubriéndose con nuevos barrios y se avanzó sobre la periferia. Ello se agudizó con el florecimiento de principios del siglo XVII y, a posteriori, del sismo de 1650. Si bien en un primer momen- to se tuvo como apetecible el antiguo barrio incaico que se ubicaba por detrás de la catedral, más adelante se prefirieron los ensanches, lo que se afirmó por la diferente manera de uso del espacio que tenía el español con respecto al aborigen. Éste, quizá más acostumbrado a permanecer en ámbitos abiertos, necesitaba menor superficie en su vivienda. La concentración demográfica incaica se vio cambiada en la ciudad española.
La población de los barrios externos no fue trasladada ni forzada a un canje; por el contrario, se la orga- nizó en parroquias teniendo en cuenta su propia manera de habitar. Por ello, la disponibilidad de mano de obra para los cambios que se hicieron en casas y edificios públicos y religiosos, quedó asegurada. Casi como lo que pasara en Granada o en Córdoba, la ciudad española se plantó sobre la existente y aprovechó los lugares de prestigio, los hitos simbólicos y las vías de unión entre ellos y de proyección territorial.
Las adecuaciones que se fueron dando más adelante tuvieron que ver generalmente con algunos cam- bios políticos y funcionales, pero especialmente por la necesidad de reconstrucción después de cada sismo grande, como los de 1650 y 1950, entre otros. Hasta el día de hoy podemos encontrar a cada paso muros incai- cos que perduran por toda la ciudad, con lo que nos es dable leer también por dónde corrían las calles prehis- pánicas, muchas veces por el mismo lugar que en la actualidad.
Esa conjunción de historia civil, militar, religiosa y social hizo del Cusco un modelo singular, en el que las estructuras simbólicas prehispánicas se han fundido con las que trajeran los conquistadores, haciendo de la ciudad un notable ejemplo de integración.
Muchas de las situaciones pasadas han persistido hasta nuestros días y hoy pueden leerse en esa anti- gua capital imperial y en sus costumbres. No han desaparecido ni los ritos, ni el sentido barroco, ni los límites difusos entre lo cívico y lo religioso. Los simbolismos incaicos reviven y se mezclan con los cristianos.
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Procesión de la Virgen de
LA CIUDAD DEL CUSCO: SUPERPOSICIÓN DE CULTURAS [ 79 ]