Page 51 - Perú indígena y virreinal
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natural o cultural de los cuerpos, para la que tenemos evidencias en Perú y Chile, al menos desde el 4000 a. C. Unos y otros fueron enterrados envueltos en telas: los más pobres en un burdo tejido de algodón y acompaña- dos por simples recipientes de barro; los de las clases superiores se depositaron en posición fetal en el interior de una cesta y se envolvieron en numerosas capas de finos tejidos. A menudo este fardo funerario estaba deco- rado con una capa de plumas de colores, una mantelina de cuero y una máscara funeraria, y se acompañaba de ofrendas de plumas, conchas, cerámicas, pieles de animales y otros artículos de estatus. En el Tawantinsu- yo, los soberanos, nobles y patriarcas de los ayllus, tras ser momificados, asumían un papel de huaca, de ídolo sagrado, y se les llevaba periódicamente en procesión al Cuzco durante las fiestas religiosas, vestidos y con más- caras, como si fueran seres vivos. La comunicación de los muertos con los vivos era permanente; en realidad, todo el incario era compartido por ambas potencias.
RELIGIÓN Y PROCESO IMPERIAL EN LOS ANDES
La experiencia cultural de los pueblos andinos culminó, al menos en lo que a organización política se refiere, en los siglos XV y XVI, en que los incas construyeron un imperio. Sería erróneo concluir que la religión del Estado es una consecuencia de esta formación imperial; de hecho ya estaba bien asentada con anterioridad en Wari y Chi- mú. Pero es obvio que los datos disponibles refieren una religión formalizada con plenitud en la época incaica, sobre todo porque la información acumulada por los cronistas españoles condiciona nuestra valoración sobre este particular. De ella se desprende que los dioses andinos no fueron considerados como seres abstractos ori- ginados en el tiempo de la creación y asociados a un espacio metafísico distinto, sino que compartían ciertos aspectos del desarrollo cíclico del ser humano: habían nacido en un momento determinado, necesitaban ali- mentarse e, incluso, podían morir; su comportamiento era cíclico, como también lo eran los cuerpos celestes, la vida natural y los seres humanos. Aprovechando esta ideología que acercaba los dioses a los hombres, los gobernantes fueron combinando, a lo largo de la historia, características humanas con aquellas que son pro- pias de los seres sobrenaturales, separando su esencia de aquella que era compartida por el resto de la comu- nidad humana; una estrategia que culminó con la identificación del Inca con el dios del Sol, Inti.
Esta religión y cultos de Estado conviven, no obstante, con el componente animista de la religión andi- na, a la que se asocia una práctica ritual chamanista que también se relaciona con el culto a los antepasados. De ahí la presencia de huacas —palabra quechua para denominar lo «sagrado»—, en múltiples ambientes, a veces desligados de templos y sitios sagrados, donde se manifestaba una presencia sobrenatural como el agua, una montaña, un hito en el camino, los espíritus del bosque...; pero también en objetos, tumbas, templos, etc. El concepto andino de divinidad era flexible, y desechaba la idea de un panteón al estilo grecorromano; al con- trario, podríamos pensar que construyeron un conjunto divino, un dios del cielo de múltiples facetas que tuvo infinidad de aspectos; capaz de resumirse en conjuntos o expandirse en variadas permutas, dependiendo de los contextos rituales en que actuara. Las divinidades andinas dependen del medio físico en que se instalan: el mar, los peces, los mamíferos marinos y los espíritus de las fuentes que irrigan sus tierras en la costa; las montañas, el cielo, el trueno, el terremoto, las cuevas y los lagos en la sierra. Y sobre ellos el Sol, la Luna, Venus, las Plé- yades y Orión. Todas estas fuerzas fueron organizadas según un calendario ritual astronómico y astrológico. Un porcentaje importante de esta ideología hace referencia al universo dirigente inca, el cual es consecuencia de un largo proceso cultural producido por la decantación de los preceptos ideológicos más relevantes comparti- dos por la sociedad andina desde milenios. Es así como debemos situar el propio mito del origen del pueblo
Fig. 7 Momia adornada con plumas de Baessler, 1903-1904
[ 58 ] ANDRÉS CIUDAD RUIZ