Page 49 - Perú indígena y virreinal
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la Estela Raimondi, el Obelisco Tello y una multiplicidad de objetos de cerámica y tejidos, condensan en el deno- minado «estilo chavín» las ideas básicas de la tradición elitista andina que procede de la manipulación y la adaptación a determinados objetivos políticos de la ideología popular.
El resultado es una religión híbrida de animales costeros, serranos y amazónicos, a los que se asocian plantas y elementos de paisaje con una clara función agrícola y de fertilidad: en ella están representados jagua- res, serpientes, aves rapaces y de otra índole, caimanes, plantas como el maní y la mandioca, pero también con- chas y peces. Chavín es un crisol donde confluyen pensamientos antiguos de los diversos territorios andinos que fueron el germen de una religión universalizada que se extendió desde el Titicaca hasta Colombia, y que convivió con otros cultos regionales y locales. Un motivo recogido en la Estela Raimondi tuvo una gran acepta- ción en los Andes: el denominado Dios de las Varas, un ser antropozoomorfo dotado de colmillos y zarpas de felino que lleva en sus manos bastones serpentiformes. Muchos pueblos posteriores adaptaron su culto e ico- nografía a sus propios criterios ideológicos y estéticos: es el caso de Aiapaec, una deidad moche cuyo nombre perduró hasta la etapa incaica, o del personaje central representado en la Puerta del Sol de Tiwanaku, pero tam- bién está presente en Nasca y otros desarrollos culturales. Su tradición jugó un papel esencial en Wari, y per- duró hasta la etapa inca, en que sus cualidades y esencias se representaron en Viracocha, una de las principa- les divinidades.
La centralización política y de los recursos humanos y naturales que se inicia en esta etapa generalizó el enfrentamiento bélico y con él se hizo más frecuente el sacrificio humano de los enemigos capturados. Cerro Sechín es un ejemplo claro en la costa norte de la importancia y extensión de este ritual, que se detecta en esta zona desde el 5000 a. C. Es muy posible también que el culto a las cabezas trofeo, tan extendido en los Andes, esté relacionado con sacrificios rituales de decapitación.
UNA IDEOLOGÍA RELIGIOSA PANANDINA:
EL CLÁSICO ANDINO Y LOS PROCESOS DE CENTRALIZACIÓN POLÍTICA
A partir de esos momentos, la tradición religiosa sigue un curso sin graves disyunciones, con variaciones regio- nales y temporales, pero con un núcleo común originario en una tradición histórica en la que la comunicación entre los diferentes pueblos fue permanente. La religión andina se mantuvo ligada a la fertilidad agrícola y a la prosperidad de las comunidades, incluyendo en este concepto deidades relativas tanto a la tierra como a la llu- via y al sol, así como a los diferentes productos agrícolas sobre los que cada grupo humano fundamentó su eco- nomía. En el espacio natural andino transcurría el tiempo calendárico, en el espacio de los dioses existía un tiempo sin devenir. Los dioses y las fuerzas sobrenaturales circulaban por ambos ambien-
tes, y eran capaces de personificarse a partir de seres especiales, incluidos los humanos; de ahí la frecuente representación de determinados animales poderosos, con una fuerte esencia de divinidad, tales como el jaguar, el cóndor o la serpiente, pero sobre todo se personificaron en el cuerpo de gobernantes y chamanes.
La religión andina tuvo un componente animista determinante, y se basó en la transformación de un elemento en otro, a través del tiempo y del espacio. Sería ingenuo pensar que esta ideología se mantuvo inalterable a lo largo de milenios de evolución cul- tural, pero su esencia se perpetuó en el área, adaptándose a posteriores procesos de for- mación ideológica desarrollados conforme se complicaba el proceso evolutivo. Estas
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Fig. 3 Dios de las Varas, Puerta del Sol, Tiwanaku, Intermedio Temprano, ca. 200 a. C.
Fig. 4 Monolito en piedra (iconografía que recuerda la guerra
y el sacrificio humano), exterior
del templo de Cerro Sechín, Valle del Casma, 1700-500 a. C.