Page 45 - Perú indígena y virreinal
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sido movilizarse en contingentes colectivos unidos por relaciones de parentesco, que a su vez recalaban en espacios conquistados por sus conciudadanos. Otro ha sido conservar los vínculos con sus lugares de origen, tanto para proveerse de alimentos como de mano de obra y, uno adicional, recrear sus festividades en el nue- vo espacio conquistado en aras de perpetuar su identidad cultural y la solidaridad con sus conciudadanos.
El hombre andino, paradigma de nuestros sectores populares, nunca ha sido reacio a lo nuevo ni se ha acobardado frente a las adversidades. Gracias a su ideal diversificador nunca perdió la oportunidad de sacar pro- vecho, dentro de sus posibilidades, a las innovaciones que introdujeron los europeos. Que también se dio una resistencia en donde el mesianismo jugó un papel importante, es verdad. Pero el deseo de incorporar nuevos productos agrícolas, tecnologías y otros recursos para mejorar su subsistencia pudo más que cualquier recelo que pudieran desarrollar hacia lo foráneo. No de otra manera se explica que calaran tan hondo leguminosas como las habas, o cereales como el trigo, la cebada, o instrumentos agrícolas como el arado de tracción animal, el pico, la pala, o materiales de construcción de casas como las tejas, y que en la esfera artística asimilaran tan hábilmente las nuevas técnicas y concepciones estéticas introducidas por los europeos. Tal fue la receptividad a las tecnologías importadas que no sólo se conformaron con aceptarlas pasivamente sino que hasta las enri- quecieron valiéndose de materiales muy precarios. Este es el caso del célebre Quintín Cumpa, de la comunidad de Cuyo-Cuyo, quien, con sólo madera y energía hidráulica, inventó una máquina que llegaba a desempeñar has- ta ocho funciones distintas que iban desde una sierra mecánica hasta un órgano para ejecutar melodías.
Hasta cierto punto, este es también el caso de los innumerables artesanos andinos que bajo formas expre- sivas europeas supieron conservar los antiguos patrones estéticos, dominados por esquemas dualistas, derivados de la época prehispánica. Así, la tradición figurativa que se ve en los retablos ayacuchanos o en las tablas de Sar- hua, sin lugar a dudas, es de estirpe occidental, pero la distribución de los motivos es claramente andina. El estar encabezadas estas tablas en la parte superior por la figura de un sol y, en la inferior por una virgen, traducen la opo- sición alto/bajo tan dominante en el dualismo andino. Algo semejante ocurre en los retablos clásicos que acom- pañan la marcación del ganado. En este caso, una vez más, vemos dos pisos superpuestos que son presididos por un cóndor que está en la parte superior. En el piso de arriba figuran los evangelistas, como representantes de la esfera celestial o sagrada, y en la parte inferior una acción mundana como puede ser la misma marcación del ganado. Tal es la importancia concedida a estas consideraciones dualistas que, como ha sugerido Verónica Cere- ceda valiéndose de nociones como huayruro, que significa «bello», y de la composición de los motivos en los teji- dos sureños, los valores estéticos andinos parecieran definirse bajo estos cauces (Cereceda, 1987).
Pero así como asimilaron también supieron convencer a los europeos de las bondades de muchos de sus productos, contribuyendo a enriquecer la dieta mundial con la expansión de la papa, y la medicina, con numerosas plantas entre las que destaca la quinina. Es gracias a esta capacidad de convencimiento que pron- to aprendieron a valerse de la economía de mercado para mejorar sus ingresos y llegar, en algunos casos, has- ta poseer flotas de barcos o numerosas recuas de animales con que practicaban la arriería.
Un mito muy arraigado en pensadores de corte marxista es que la economía de mercado, aunada a un marcado individualismo introducido por los europeos, se estrelló contra un supuesto socialismo andino dis- rupcionando irreversiblemente el viejo orden social andino.
Sin lugar a dudas el enfrentamiento de dos sistemas socioculturales distintos, donde uno se impuso como dominador a costa del otro, que quedó como dominado, tuvo efectos catastróficos terribles como una merma desmesurada de la población. Pero una cosa es reconocer que se dieron desajustes y otra negar la posi-
Fig. 6
Batalla ritual en Chiaraq
[ 52 ] JUAN M. OSSIO A.
Fig. 5 Roturación comunal
de la tierra en Q’eros del Cusco