Page 32 - Perú indígena y virreinal
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 Fig. 6 Claustro del convento de la Merced, Cuzco, 1663
zontales y las torres de poca altura de sus iglesias. En Lima, que sólo emplea la piedra en las portadas —para la fachada de la iglesia de la Merced se importó de Panamá como lastre de los galeones—, los frecuentes terre- motos de 1609, 1677 y 1746, hicieron que los arquitectos ingeniasen una técnica eficaz contra los movimientos sísmicos. En 1609 se sustituyeron las bóvedas vaídas y de arista de la catedral por bóvedas de crucería, más lige- ras, flexibles y resistentes, realizadas en madera de cedro. También en la catedral, después del terremoto de 1746, se sustituyeron los antiguos pilares de ladrillo por gruesas vigas de madera revestidas de fábrica, traídas de Guaya- quil. Jorge Juan y Juan Antonio de Ulloa, en su Viaje a la América Meridional se refieren a las esbeltas torres de las iglesias de Pisco, Chincha y Nasca, las cuales, para darles esbeltez, fueron dotadas de un esqueleto lígneo de «estruc- tura elástica», obtenida por el amarre de postes y cuarterones con ligaduras de cuero. La técnica más inteligente para construir edificios de apariencia «romana», similar a los de Castilla y Andalucía, era la quincha o «cañas embarra- das». Descubierta después del terremoto de 1687, gracias a ella se podía engañar a la vista, de forma que el espec- tador creyese que el edificio era de piedra. Consistente en cañas de Guayaquil y cañizos de los bordes de los ríos y trenzados de tiras de pellejos frescos, la huasca, de vacas o corderos, mezcladas a lodo y cal ligado con melaza de caña de azúcar molido, «miel de barro» o «miel de purgar», esta amalgama formaba un material ligero muy apto para recubrir paredes o bóvedas con estructuras de madera. La quincha estucada y pintada imitando los sillares de piedra daba al edificio un aspecto de total solidez. La iglesia de San Francisco de Lima es el mejor y más espectacular ejemplo de una arquitectura aparentemente grandiosa e imponente.
El gótico «en el Perú dejó tan pocos ejemplares que casi podría decirse que no llegó a tiempo», tal como asevera Marco Dorta, el gran estudioso español de la arquitectura en América del Sur. Contrariamente a México, son escasísimos los restos de arte gótico, en gran parte debido a los terremotos y también a la fecha tardía, como ya hemos señalado, de la con- quista del Perú. Del que más muestras se conservan es del período renacentista, sobre todo en Huamanga, hoy Ayacucho, y la región del Cuzco y el Collao, con iglesias de una sola, estre- cha y larga nave, cubiertas de madera y teja, y una torre adosada a los pies del templo, cuya puerta de acceso es la fachada lateral que se abre a un gran atrio para impartir la doctrina. De esta misma época es la construcción de las catedrales iniciadas en el siglo XVI y acabadas a principios del XVII. Aparte de las catedrales de Ayacucho y Puno, centremos nuestra atención en las del Cuzco y Lima, en las cuales intervino el arquitecto extremeño Francisco Becerra, que nacido en Trujillo (Cáceres), trabaja primero en México, en la catedral de Puebla de los Ánge- les, y en el Ecuador, en Quito, en las iglesias de Santo Domingo y San Agustín. Llamado a Lima en 1582 por el virrey don Martín Enríquez de Almansa, participó en las obras del palacio de los Virreyes y en el fuerte de El Callao. Para la catedral del Cuzco parece ser que dio trazas. Muerto en 1605, su influencia se circunscribe a la cristalización del tipo de catedral hispano- americana, con tres naves con capillas laterales y cabecera recta, cuyo modelo de iglesia salón tiene sus antecedentes en la catedral de Sevilla y que culminó en la catedral de Jaén en 1540.
Los grandes monasterios de las órdenes mendicantes y las iglesias y colegios de los jesuitas son, sin duda, después de las catedrales, el gran capítulo de la arquitectura peruana, en especial en la época barroca. Con sus sacristías, edificios conventuales, claus- tros, escaleras interiores, bibliotecas y demás dependencias, son todo un mundo en el cual hay que contar, además de los retablos, pinturas y esculturas, los azulejos, pavimentos y
  Fig. 7 Calle interior del monasterio de Santa Catalina, Arequipa, fundado en 1580
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