Page 30 - Perú indígena y virreinal
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   El Callao para la defensa de la bahía. De planta pentagonal, con un patio cuadrado y dos sobreelevados baluartes, fue trazada en 1747 por Louis Godin, con correcciones de José Amich, acabándose en 1763.
«Perú es un camino», tal como sostiene Gerbi al estudiar los trajinantes y los cami- nos indígenas en la sociedad colonial desde el siglo XVI hasta el XVIII. Cuando los españoles se adentraron en el territorio peruano quedaron sorprendidos al encontrar los caminos que los incas habían construido a lo largo y lo ancho de su imperio. La existencia de tambos o lugares de repuesto y reposo de los correos, que con gran rapidez llevaban las noticias des- de el Cuzco a todos los lugares del imperio, por muy lejanos que estuviesen bajo el domi- nio de la capital. Las huestes de Pizarro se aprovecharon de su existencia para avanzar y es- timaron el enorme esfuerzo que había supuesto su construcción. En la época colonial,
establecidas las ordenanzas de caminos por Vaca de Castro, en 1543, las vías de comunicación adquirieron cada vez mayor importancia a partir del momento en que comenzó la explotación de las minas de plata de Potosí y las minas de azogue de Huancavelica. El tráfico de mercancías y el correo entre la costa, la sierra y el altiplano, con su prolongación hasta el río de la Plata en la Argentina obligaron a cuidar los caminos y a construir puen- tes y otras obras de ingeniería. A la vez fueron la causa de que se fundasen y desarrollasen las poblaciones que unían Lima con el altiplano y Buenos Aires de un lado y otro de los Andes. La fundación, en 1539, de Huaman- ga, hoy Ayacucho, es el resultado de la necesidad de una ciudad etapa en el punto medio entre Lima y Cuzco, de igual manera que lo es Tucumán en la Argentina para Buenos Aires o Arequipa, en 1540, a orillas del río Chi- li y al pie del volcán Misti, para unir la costa sur con la zona minera de Puno y el lago Titicaca. La estructura caminera fue una de las empresas importantes de la colonia. De ahí que no sea extraño que una de las obras literarias más importantes del siglo XVIII hispanoamericano sea El lazarillo de ciegos caminantes, de Concolor- corvo, que fue publicado, en 1773, en la fraudulenta e imaginaria «Imprenta de la Rovada», supuestamente sita en Gijón. Su autor, don Alonso Carrió de la Vandera, que en 1771 fue nombrado «Comisionado para el arreglo de Correos y ajuste de postas», no sólo nos delecta con sus observaciones sobre la vida peruana sino que, de manera pormenorizada, nos informa de la ruta que seguían los correos que cubrían el trayecto entre Lima, Bue- nos Aires y Montevideo. En nuestro tiempo, al hacer en tren el itinerario del Cuzco a Puno, siguiendo el ferro- carril más alto que existe en el mundo, se comprenden las dificultades que el relieve andino opone para la cons- trucción de vías de comunicación. Al contemplar desde las ventanillas del vagón los valles y barrancos y al atravesar los innumerables viaductos y túneles, el viajero está alucinado. Hergé, en El templo del Sol, concede a este tren un gran protagonismo que hace apasionante las aventuras de Tintín en el Perú.
Acto seguido a la ceremonia de la fundación de una ciudad se procedía en América al reparto de los sola- res. Los alarifes, de acuerdo con las autoridades, eran los encargados de medir los lotes y repartir el agua en la ciudad. Los conquistadores, en tanto que representantes de la Corona, adjudicaban en la plaza mayor los sola- res para la iglesia mayor o catedral, según la categoría de la población, la casa de gobierno, la Audiencia y el Cabildo municipal. A la vez se atribuían a sí mismos los restantes solares para allí construir sus respectivas mansiones. A continuación se asignaban los solares a las órdenes religiosas. En Lima, a los dominicos, que tuvieron un papel preponderante en la conquista del Perú, se les concedió un solar muy próximo a la Plaza de Armas y en el Cuzco se les dio el templo incaico del Sol, la Coricancha, superponiendo el culto del astro rey por el de la hostia eucarística, que se mostraba en la capilla abierta en el ábside de la iglesia que sustituyó al antiguo
 Fig. 4 Fortaleza del Real Felipe en el puerto del Callao, Lima, 1747-1763
 LA DIVERSIDAD DEL TERRITORIO Y LA ARQUITECTURA [ 37 ]





























































































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