Page 26 - Perú indígena y virreinal
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  Fig. 1
Felipe Guamán Poma de Ayala,
ambos territorios. A mediados del siglo XVI, promulgadas las Nuevas Leyes de Indias, organizadas las flotas en convoyes y solidificada la ordenación administrativa de los cuerpos estatales y eclesiásticos, se cierra el proce- so de descubrimiento y conquista, y se inicia el período de colonización de los vastos territorios bajo el domi- nio español. En el Perú se llega a la culminación del nuevo orden cuando, en 1569, el rey Felipe II envía a Lima al virrey Francisco de Toledo, el cual establece las reducciones de indios e impone a los indígenas la mita y el trabajo forzado en las minas de Potosí. El territorio y la sociedad virreinal quedan a partir de entonces configu- rados, y las ciudades y los pueblos, con su arquitectura, pese a los cambios sufridos con las sucesivas recons- trucciones, tras los repetidos seísmos que los destruían, adquirían la imagen inconfundible de la transculturi- zación que ha acuñado el Perú de la Edad Moderna.
La frase «Vive Dios, vale un Perú», pronunciada como arenga a las huestes conquistadoras, tal como re- fiere Gonzalo Jiménez de Quesada, es índice de la reputación de la inmensa riqueza del antiguo imperio inca. El vasto territorio del denominado Tawantinsuyo, es decir «el conjunto de los rumbos» de los monarcas pre- hispánicos, despertó la codicia del oro y el ansia de botín de los españoles. Los tesoros fabulosos de los perua- nos constituyeron la leyenda que pronto recorrió el mundo, encendiendo el ánimo y la imaginación de los cro- nistas e historiadores. La fama del Perú antiguo y moderno duró durante siglos. No es extraño así que La nueva Atlántida, del filósofo inglés Francis Bacon, publicada en 1627, comience en su primera línea con «Nos dimos a la vela y salimos del Perú». El viaje a la utopía, situado en el océano Pacífico, tiene su origen en el sueño de un mundo con un orden perfecto, inspirado en el poder absoluto del imperio incaico. Las raíces de la idea de un Estado que a un europeo de los siglos XVI o XVII podía parecer «no tener lugar» en alguna parte, se encuentra, sin duda, en el libro Primera parte de los Comentarios Reales, publicado en 1609 por el inca Garcilaso de la Vega. La utopía incaica nacía con el texto inaugural de este descendiente del antiguo imperio que en Cuzco, su ciu- dad natal, tenía su centro vital, era el mítico «ombligo del mundo».
Los primeros cronistas, al igual que los posteriores viajeros del barroco y de la época ilustrada ponde- raron, además de la riqueza minera en oro y plata del Perú, la fertilidad de su suelo y la variedad de sus frutos y paisajes. En 1553, el cronista Pedro Cieza de León manifestaba:
No dejé de conocer... que para decir las admirables cosas que en este reino del Perú ha habido y hay, con- viniera que las escribiera un Tito Livio o Valerio, u otro de los grandes escritores que ha habido en el mun- do, y aún éstos se vieran en trabajo en lo contar. Porque ¿quién podrá decir las cosas grandes y diferentes que en él son, las sierras altísimas y valles profundos por donde se fue descubriendo y conquistando, los ríos tantos y tan grandes, de tanta crecida hondura, tanta variedad de provincias como en él hay, con tan diferentes calidades, las diferencias de pueblos y gentes, con diversas costumbres, ritos y ceremonias extra- ñas, tantas aves y animales, árboles y peces tan diferentes e ignotos?
No se puede decir más en menos palabras. El accidentado y variado territorio geográfico del Perú, que según refiere Francisco de Jerez, en 1534 fue conquistado por los españoles «con grandes trabajos, hambres y fríos», es uno de los más sorprendentes y complejos de América. La imponente cadena de los Andes y el Altiplano con- trastan con la estrecha y alargada franja costera que, con sus llanuras, recorre de norte a sur el Perú. Cuando las huestes de Pizarro penetraron hasta Cajamarca y el Cuzco, tuvieron que atravesar las tierras altas de la sie- rra con sus hondos valles, en donde estaba asentado el imperio incaico, mientras las zonas bajas de la selva
Nueva crónica y buen gobierno,
ca. 1615, Dinamarca, The Royal Library (p. 1053, «Villa de Castrovirreina, minas de plata»)
 LA DIVERSIDAD DEL TERRITORIO Y LA ARQUITECTURA [ 33 ]

























































































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