Page 27 - Perú indígena y virreinal
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 amazónica estaban menos pobladas y desarrolladas. De ahí que sólo algunos aventureros como Lope de Agui- rre se lanzasen a la aventura de la exploración de un intrincado territorio caliente en el que se creía estaba El Dorado.
Los españoles que admiraron la arquitectura de los templos y palacios, las fortalezas y el caserío del Cuz- co incaico, ciudad que, según Garcilaso de la Vega, «era una Roma en lo suyo», desde un primer momento comprendieron cuál era el sentido simbólico de una capital que se consideraba era el centro del universo prehis- pánico de América del Sur. El sentido de urbe «toda llena de palacios de señores» y en la cual «en ella no vive gente pobre», según Pedro Sancho, que nos describe, en su Relación de la conquista de Perú, en 1534, la primera imagen de la ciudad, comparando la fortaleza de Saqsayhuaman con el acueducto «la puente de Segovia, las murallas de Tarragona, los castillos de Lombardía y los Trabajos de Hércules», continuó en los autores poste- riores. El Cuzco incaico conservó siempre el prestigio de su pétrea y soberbia arquitectura prehispánica. El doc- tor Vasco de Contreras y Valverde que, en 1650, escribió una descripción del obispado del Cuzco con el fin de proporcionar datos, por orden de Felipe IV, para el libro Teatro eclesiástico de las iglesias del Perú, que prepara- ba el maestro Gil González Dávila, elogiaba los suntuosos edificios construidos por los españoles y afirmaba que «en los que se conservan [de] los antiguos, se conserva la admiración de su fábrica, hermosísimas piedras de color azul oscuro, juntas unas con otras sin mezcla ni betún alguno, y de éstos son la mayor parte de la ciu- dad». Sus palabras no pueden ser más exactas. Los enormes sillares de los colosales muros incaicos están tan bien aparejados que en sus pulidas llagas a hueso no puede penetrar, tal como dijo en el siglo XX el poeta Agus- tín de Foxá, la fina hoja de una espada toledana. «Ombligo del mundo», el Cuzco fue ciudad que, como pen- saba Cieza de León, «debió ser fundada por gentes de gran ser». Orgullosa de su pasado, nunca toleró el haber sido despojada por Lima, en el siglo XVI, de la capitalidad del reino. Los cuzqueños, tal como puntualiza Juan Mogrovejo de la Cerda, en el manuscrito Memorias de la gran ciudad del Cuzco, cabeza de los Reinos del Perú, que, en 1690, intentó publicar en Madrid, reclamaron en vano recuperar el título que le había arrebatado la Ciu- dad de los Reyes. Una serie de pleitos judiciales contra Lima fueron presentados en Madrid que nunca dio una respuesta favorable a la demanda de los cuzqueños. Sólo el orgullo y una cierta prosapia histórica constituye- ron el legado moral de una ciudad que siempre se consideró imperial.
El título de cabeza del Perú lo ostentó Lima desde el siglo XVI. Fundada por el conquistador Francisco Piza- rro el 6 de enero de 1535, Lima llamada Ciudad de los Reyes por ser el día de la Epifanía, muy pronto adquirió un gran desarrollo urbano. En 1543 pasó a ser la capital del virreinato y con la Ciudad de México, capital del virrei- nato de la Nueva España, constituyó el eje fundamental sobre el cual pivotó el imperio español en América. Situa- da en una llanura entre cerros y con un río, a más de dos leguas del mar, por su clima suave y cielo sereno, con la humedad de su ambiente era una especie de oasis en las áridas zonas costeras. La proximidad de la bahía de El Callao, con un puerto bueno y seguro, fue una de las ventajas que proporcionaba la ubicación de la capitali- dad, ya que allí podían fondear las galeras y establecerse el tráfico marítimo con la metrópoli y demás puertos americanos. Desde El Callao salieron para Sevilla las flotas con los cargamentos de oro y plata extraídos en el interior del país y llegaron los productos que venían de España y demás países del Nuevo Continente. Sede del poder político, con la Audiencia, Tribunal de la Inquisición, Universidad, Arzobispado y demás organismos esta- tales y eclesiásticos, Lima desempeñó el papel rector en la vida del vasto virreinato del Perú, que excedía en mucho los límites y las fronteras de la actual República. Capital artificial en cierta medida, ya que su estructura política antecedió a la estructura económica, puesto que el mayor número de población y de riqueza en el
 [ 34 ] ANTONIO BONET CORREA































































































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