Page 25 - Perú indígena y virreinal
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la diversidad
del territorio y la arquitectura
Antonio Bonet Correa
El descubrimiento de América, en 1492, justo cuando finalizaba en siglo XV, abrió una nueva era en la Historia Universal, entendida ésta como el devenir de las civilizaciones de acuerdo con las claves del pensamiento occi- dental. El encuentro con un mundo hasta entonces ignorado y la llamada «invención de América» no sólo des- pertaron la curiosidad de los humanistas y el interés de los allegados al poder político y económico sino tam- bién sirvió para la expansión, tanto material como religiosa, del Viejo Continente. La conquista militar y la conquista espiritual fueron llevadas a la par por los españoles en los territorios asignados por el papado en el Tratado de Tordesillas (1494). El imperio español, con la apropiación y posesión de los territorios americanos, alcanzó el cenit de su poder a escala mundial, de forma que el centro de gravedad de Europa a partir del siglo XVI dejó de ser el mar Mediterráneo para pasar a los océanos Atlántico y Pacífico.
La conquista del Perú fue el último jalón de la empresa descubridora y pobladora llevada a cabo en el pri- mer tercio del siglo XVI. Establecido ya el nuevo orden español en las Antillas y en Tierra Firme, es decir en Méxi- co y Centroamérica, a partir del año 1531 el extremeño Francisco Pizarro emprendió en América del Sur la con- quista del Perú. El proceso de consolidación y asentamiento fue lento y duró más de una década. Tomada en 1533 la ciudad del Cuzco —capital del imperio incaico, en el interior de la región andina—, y fundada por Fran- cisco Pizarro, en 1535, la ciudad de Lima —junto al mar, en la costa—, comienza a perfilarse lo que será el futu- ro virreinato del Perú. Las guerras civiles entre españoles, junto con las dificultades por parte de los indígenas, retrasaron el pleno desarrollo de la colonización que en realidad se llevó a cabo tras la muerte de Pizarro y la institución del virreinato en 1542. Fundadas las ciudades de Trujillo, Huamanga y Arequipa, y descubiertos, en 1545, los ricos filones argentíferos del Cerro Gordo en Potosí, el virreinato del Perú, con su capital en Lima, cobró una entidad política y económica que le convirtió en el territorio más opulento y pingüe de América del Sur.
Los virreinatos de la Nueva España, en el hemisferio norte, y el del Perú, en el hemisferio sur, desde el siglo XVI hasta la emancipación o independencia de España, a principios del siglo XIX, serán los dos polos esen- ciales del dominio español en el Nuevo Mundo. Sus capitales, México y Lima, respectivamente, con su con- centración de poder político y tráfico de mercancías, mezcla de razas e intensa vida cultural, serán las dos ciu- dades claves de lo americano. Su urbanismo y la arquitectura marcarán el desarrollo de los demás centros de
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