Page 20 - Perú indígena y virreinal
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crecimiento: los valles de Trujillo, de Lima e Ica, en la costa; y los del Vilcanota, el Mantaro, el Pampas y Caja- marca, en la sierra. En torno al Titicaca continuó la tradición Tiwanaku hasta bastante tarde, cuando se descom- puso en varios pequeños señoríos como los de Omasuyos, Pacajes, Lupacas y Collas, de habla aymara. En Truji- llo, donde antes estuvieron los mochenses, se consolidó el reino de Chimú; en Lima principalmente Chancay e Ischma; en Ica, los señoríos de Chincha e Ica; en el Vilcanota el señorío del Cusco que luego dio origen al impe- rio de los incas. En el Mantaro los wankas, en el Pampas los chancas.
Es la época de apogeo de las ciudades, tan notable que algunos arqueólogos sugirieron el nombre de «cons- tructores de ciudades» para caracterizar la época. En los valles más ricos se desarrollaron incluso más de una ciu- dad. Ciudades de piedra y barro cubrieron los Andes y la economía se hizo, en cierto modo, a partir de un modelo urbano, de modo que aun las pequeñas aldeas se vieron afectadas por el tráfico de los productos urbanos y el dise- ño de un régimen de beneficios claramente a favor de los «señores» de las ciudades.
Por cierto, el esquema no tiene nada de común con la imagen contemporánea de la ciudad, sus habitan- tes y sus «señores». La base económica real se encontraba en el campo y la población —aun la que vivía en el cen- tro urbano— era definidamente rural, con excepción de los «señores» y sus allegados más próximos. Quienes viví- an en la ciudad eran campesinos trasladados temporal o permanentemente para cumplir algunas funciones específicas de producción o servicio: construcción de edificios, artesanos especializados, soldados y sirvientes.
La población urbana no era numéricamente muy grande; en ciudades físicamente gigantescas como Chan Chan, la capital del reino de Chimú, donde podían alojarse quizá hasta 50.000 habitantes, probablemen- te éstos no pasaban de cinco mil. Es que la mayor parte de los recintos eran oficinas, almacenes, salones, «audiencias», patios y centros públicos similares, incluyendo templos, tumbas y demás, y relativamente pocos servían como viviendas y dormitorios. Chan Chan estaba formado por una serie de «ciudadelas», a modo de inmensos palacios cercados por murallas, en cuyo interior hay un laberinto de cuartos, patios, terrazas y aun montículos piramidales y reservorios de agua; plenamente habitada cada «ciudadela» podría contener quizá mil habitantes, pero seguramente que en sus recintos apenas vivieron unas pocas decenas de personas; primero, porque eran oficinas y depósitos la mayor parte de los cuartos y luego porque cada ciudadela era palacio de un rey y cuando éste moría, se transformaba el palacio en su mausoleo, dedicado a su culto, sin otra función más. De modo que se puede presumir que de aquellas ciudadelas sólo unas pocas funcionaban de modo activo, mientras que las demás eran inmensos recintos funerarios con graneros y otros depósitos, con funcionarios y allegados, todos al servicio del rey muerto. Las ciudadelas estaban jerarquizadas y habían unas de mayor rango y otras menores, pero, además, en la misma ciudad había casas populares, ocupadas por artesanos y tal vez mercaderes, que rodeaban los palacios. Ellos eran, sin duda, la masa principal urbana.
El rey, muy alejado ya de la vieja imagen del curaca, era reconocido como un dios y los sabios de aquel tiem- po contaban largas y enredosas historias sobre el origen de la familia real y su misteriosa presencia en el poder. Los señores de Lambayeque hacían contar la leyenda de que provenían de un héroe llamado Ñamlap que llegó a las tie- rras áridas del norte desde un lugar ignoto jamás visto ni oído, precedido por una corte señorial digna de los cuen- tos de la fantasía oriental; los chimúes contaban que procedían del señor llamado Taycanamu, de cuya larga y noble descendencia procedían los ci-quic que gobernaban el reino; los incas del Cusco decían que cuatro misteriosos her- manos, apellidados Ayar, estaban en el origen de su abolengo, cuyo fundador, hijo del dios Sol, había llegado al Cus- co y establecido allí la ciudad por mandato de su divino padre; dicho héroe, Manko Qapaq, era reconocido pues como el «primer Inca». Todos estos héroes de leyenda deben haber surgido en el seno mismo de la invasión wari,
EL PERÚ PREHISPÁNICO [ 27 ]