Page 15 - Perú indígena y virreinal
P. 15

 LA ÉPOCA FORMATIVA
En estas circunstancias, de apogeo agrícola y urbano, llegó al Perú la cerámica, hacia 1800 a. C. Se trata de un pro- ceso de difusión de esta tecnología desde la región ecuatoriana y la selva amazónica, donde apareció en el milenio anterior y tal vez antes. A esta etapa, que se define con la aparición de la cerámica, se identifica como «Formativa». La cerámica se insertó en el proceso, aunque se debe reconocer que aun desde antes de su inserción, tanto en la costa como en la sierra, ya se estaba experimentando con la plasticidad de las arcillas —sin cocerlas— con objeto de modelar figuras humanas o reproducir formas de frutos que servían para guardar o consumir alimentos. Hay ejemplos muy vistosos de ellos en Caral, Aspero, Ancón y Kotosh-Mito, en la costa de Lima y la sierra de Ancash.
La comunidad agrícola plenamente constituida alcanzó en el Perú niveles prominentes, lo que permitió un rápido ascenso de la población, generando excedentes que posibilitaron la manutención, en número cre- ciente, de una parte de la población dedicada a actividades diferentes a las específicamente agrícolas. Esto se advierte claramente en la primera mitad del segundo milenio a. C., cuando emerge la civilización Chavín, luego de un período de un denso proceso de desarrollo, conocido en la jerga arqueológica como «período cerámico inicial» o también «Formativo inferior», cuando se fueron aglutinando todos los logros locales y regionales dife- renciados, consolidando un proyecto urbano-teocrático que culminó con la formal instalación de los templos de Chavín, en la sierra de Ancash.
Por lo que sabemos hasta hoy, Chavín representó la culminación de un proceso de intensa integración entre los varios sistemas de la costa, la sierra y la amazonia, lo que repercutió en cada región de modo cierta- mente revolucionario, no sólo por el intercambio de experiencias agrícolas y la adaptación de recursos agrope- cuarios de diverso origen en todas partes, sino también porque existen indicaciones de un explosivo crecimiento y enriquecimiento poblacional, de un ascenso notable de las técnicas artesanales y productivas en general, que se da asociado a cambios en la organización social debido a la consolidación de los «centros ceremoniales» que al concentrar transitoria o permanentemente a un sector «no agrícola» de la población, permiten definir el carácter urbano del crecimiento en los Andes.
Con el nombre de Chavín se conoce, en el antiguo Perú, no solamente al sitio de ese nombre en Ancash, sino a una suerte de ola que se expandió por casi todo el territorio peruano. Se designa así un estilo artístico muy peculiar que, al margen de sus connotaciones estéticas, revela la existencia de un sistema religioso muy com- plejo y poderoso, cuya función estuvo evidentemente ligada al montaje de un gran aparato represivo, que segu- ramente servía para sustentar y legitimar el dominio del grupo de personas residentes en los centros ceremo- niales. Las imágenes que aparecen en los grabados de estilo Chavín son draconianas, feroces, con atributos terribles: los colmillos exageradamente prominentes del cocodrilo, el felino o la serpiente; las garras igualmente exageradas del halcón y los felinos; las fauces siempre hambrientas de una serie de monstruos cuyos cabellos son serpientes, con alas y garras nunca vistas. Todo esto, acompañado de imponentes edificios, celosos guar- dianes y un evidente aparato de «dominio» sobre las fuerzas naturales (mediante la astronomía, la hidráulica o la magia), debe quizá entenderse como el punto de partida de una superestructura política mayor: el Estado, y una obvia diferencia entre los agricultores comunes y los especialistas. Esta es la época y este el marco dentro del cual la sociedad puramente agraria y aldeana dejó de ser tal para transformarse en una sociedad urbana.
En la megalomanía de los templos chavinenses, esparcidos por todo el Perú, desde Cajamarca y Lambayeque hasta Ayacucho e Ica, y detrás de los fantasmas grabados en las piedras o el barro se esconde seguramente el tránsi- to de los curacas o «señores étnicos locales» a la condición de reyes o jefes territoriales que se conocen en el siglo XVI.
 [ 22 ] LUIS GUILLERMO LUMBRERAS




























































































   13   14   15   16   17