Page 119 - Perú indígena y virreinal
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  El virrey, la Audiencia y el Cabildo acudieron a la emergencia y a la reconstrucción, analizando propuestas y realizando obras.
Se discutió la idea de mudar la capital, dentro
de un paralelogramo regular con dos de sus lados
paralelos al río y transversales a las haciendas Del
Pino y La Pólvora (el Agustino y La Parada). Se pro-
puso el palacio virreinal en Chacra Ríos y un fuerte en
el cerro de San Bartolomé (hoy Agustino), para defen-
derse de los ataques extranjeros e indígenas. Esta pro-
puesta fue desechada porque muchos inmuebles estaban hipotecados, y abandonarlos significaba una gran pérdi- da, principalmente para las órdenes religiosas que prestaban el dinero.
Convocado don Luis Godin, catedrático de San Marcos, elaboró otras alternativas. La primera plantea- ba ensanchar las calles existentes, levantando manzanas con esquinas ochavadas con muros de sólo cuatro varas, y para recuperar el terreno perdido al ensancharse las calles, propuso derribar las murallas. El virrey y la Audiencia opinaron que «la idea era bellísima, pero suponía fundar una ciudad a imitación de Palermo, habien- do de arruinar todo lo existente para sobre esa loma de ruinas edificar una ciudad nueva; reconociéndose que era insuperable dificultad». Palermo, en efecto, contaba con su plaza central ochavada, trazada a comienzos del siglo XVII, en tiempos del virreinato español.
Se optó por conservar la ciudad y su trazado, con normas estudiadas por Godin, como edificar sólo bajos y en adobe —excepcionalmente altos en quincha (bahareque)—, techos o bóvedas con madera, caña, barro y yeso. Construir fachadas y columnas más bajas, suprimir balcones y miradores, sustituir las torres-campanarios con espadañas bajas, fueron normas dejadas algo de lado; aunque explican según Vargas Ugarte S. J., los dimi- nutos campanarios de las iglesias de Jesús María, Mercedarias, el Carmen, Copacabana y de otros templos ya desaparecidos como los de Santa Teresa, Desamparados y Guadalupe.
A Manso de Velasco por su obra le fue ofrecido el título de conde, que él aceptó con el nombre de Supe- runda; no por sentirse «sobre las olas», como ha sido escrito, sino más simplemente —a nuestro parecer— recordando esa «gran ola» (Superunda) que había destruido el puerto. En sustitución de la población envió al rey, el 16 de marzo de 1747, el nuevo «Plan del Pueblo y Bodegas de Bellavista» de forma pentagonal con cua- drícula regular, trazado tierra adentro por Godin, habiendo el 7 de diciembre del año anterior, ultimado «la nive- lación y reconocimiento de aguas necesarias a la canal que se ha proyectado, para el transporte de los efectos del comercio de las bodegas que lo han de hacer hasta la mar y desde el mar a las bodegas» en los puquios (lagunas) de la zona.
La participación del oidor don Pablo de Olavide en este período crucial está ampliamente testimoniada por documentos de la época, que reflejan parte de su temprana preocupación social, como el ocuparse direc- tamente de un sector de la ciudad por encargo del virrey y el ser designado a recolectar fondos para obras en el hospital real de Santa Ana, destinado a los indígenas enfermos.
En tiempos de Carlos III y del ministro Aranda, su experiencia le será reconocida, encargándosele la superintendencia del gran experimento de las Nuevas poblaciones de la Sierra Morena y de Andalucía, con amplias repercusiones también en América.
   [ 126 ] LEONARDO MATTOS-CÁRDENAS
Fig. 1 Henri Abraham Chatelain,
Curioso mapa del Mar del Sur, con nuevos datos, 1705-1720, Lima


















































































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