Page 116 - Perú indígena y virreinal
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obispo Juan de Castañeda Velázquez y Salazar en 1763, a diferencia de aquél, el de la reina lleva un arco y una flecha en lugar de la guadaña, modalidad iconográfica usada por primera vez en un túmulo limeño, la que nos remite a la obra no efímera del escultor del siglo XVIII, Baltazar Gavilán, bautizada como La Muerte arquera. Se supone que esta escultura fue tallada por Gavilán para la procesión que salía del templo de San Agustín en los días de Semana Santa.
A partir del siglo XVIII encontramos la innovación de que al igual que se celebraban exequias por la rea- leza, también lo hicieron por papas y arzobispos. Dos buenos ejemplos de ello nos lo alcanza el grabador José Vázquez en sus estampas de los túmulos de los arzobispos Pedro Antonio de Barroeta y Ángel y Diego Anto- nio de Parada. Las exequias del primero fueron escritas por Joseph Potau, obra editada en Lima en tiempos del virrey Amat, en 1776. El programa iconográfico incluyó alegorías de las virtudes teologales y cardinales, además de la alegoría de la Iglesia en el remate y la muerte arquera en el interior del segundo cuerpo. Las exequias del arzobispo de Lima don Diego Antonio de Parada figura en el libro de Alphonso Pinto y Quesada, editado en Lima en 1781, con un grabado firmado por Vázquez, donde nuevamente aparece, aparte del mismo programa iconográfico escultórico, la figura de la muerte correspondiente a la escultura de Gavilán, pero alada.
Para concluir este acápite mencionaremos las reales exequias celebradas en Lima por Carlos III, llevadas a la imprenta en el libro de Juan Rico, en 1789, en tiempos del virrey Teodoro Croix. En este caso se tiene docu- mentación que nos alcanza el nombre de Francisco de Ontañón como ensamblador de la obra y José Vázquez como grabador. La estructura arquitectónica levantada en la catedral de Lima para las honras fúnebres de Car- los III respondió al mismo esquema del ya mencionado que se levantó por Isabel de Farnesio e incluso a un similar desarrollo iconográfico escultórico, que utilizó igualmente La Muerte arquera de Gavilán. La principal variante consistió en el reemplazo de las enormes columnas con urnas flameantes del de la reina, por pirá- mides de luces en las del rey.
Es importante anotar que a través de los túmulos que hemos seleccionado, podemos constatar que hasta finales del siglo XVIII se mantiene la constante de los cenotafios de arquitectura turriforme decreciente, de planta centralizada deudora del Renacimiento, pero con elementos decorativos que incluyen ya la rocalla y programas iconográficos que los hacen barrocos.
INAUGURACIONES DE TEMPLOS
Un buen motivo de festejos de carácter religioso fueron las celebraciones por inauguración de templos en la Ciudad de los Reyes, que motivaron procesiones y manifestaciones de arquitectura efímera en forma de arcos y altares. Tenemos como un antecedente meritorio, en el siglo XVII, aquella gran fiesta que originó el estreno de la iglesia de los Desamparados, en 1672, sobre la que se planeó un libro que la relataría con detalle y que iría acompañado por estampas de imágenes, altares, carros alegóricos y arcos, que lastimosamente quedó en pro- yecto a la muerte del virrey conde de Lemos.
Ya en el siglo XVIII tomamos como muestra el libro de Francisco Ruiz Cano Júbilos de Lima..., editado en 1755, con motivo de los festejos por la reinauguración de la catedral metropolitana, después de su restauración, tras los estragos sufridos en el terremoto de 1746. El autor se detiene a describirnos con su pluma los altares efímeros levantados por las calles donde pasaría la procesión, que corrieron a cargo de las diferentes órdenes religiosas y los gremios de la ciudad. Estas descripciones ponen de manifiesto que si bien la estructura del reta- blo, que alcanzaba por lo general tres cuerpos, era efímera, las esculturas que lo adornaban eran tomadas de
Fig. 5 José Vázquez, Túmulo del arzobispo Diego Antonio de Parada, estampa calcográfica, 1781, Lima, colección privada
Fig. 6 José Vázquez, Túmulo del Rey Carlos III, estampa calcográfica, 1789, Lima, colección privada
LA FIESTA Y EL ARTE DEL SIGLO XVIII EN LA CIUDAD DE LOS REYES [ 123 ]