Page 112 - Perú indígena y virreinal
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 la fiesta y el arte
del siglo xviii
en la ciudad de los reyes
  Ricardo Estabridis Cárdenas
El espíritu humanista clásico reelaborado, producto de una elite cortesana, se puso de manifiesto en la Ciudad de los Reyes en las diversas expresiones culturales de carácter efímero, inspiradas o sustentadas en programas ico- nográficos que procuraban hacer alarde de la erudición de las plumas de los intelectuales de la Real y Pontificia Universidad limeña. La fiesta se constituyó en años virreinales en una de esas expresiones culturales, no sólo de la elite sino también como manifestación del sentimiento colectivo de un pueblo que escapó muchas veces de las contingencias de la vida a través de lo lúdico.
La fiesta que por lo general tuvo por marco la ciudad, convocaba a los diferentes estamentos de la socie- dad virreinal, en principio los poderes civiles y religiosos, los que a través de sus intelectuales, cual humanistas, facilitaban los argumentos que se transformaban en expresiones artísticas efímeras, tales como los arcos triun- fales, carros alegóricos, máquinas de fuegos artificiales, altares y túmulos que implicaban a arquitectos, pinto- res y escultores. Elementos constitutivos que con suntuosidad y extravagancia convertían la fiesta en un instru- mento de persuasión y publicidad al servicio del poder dominante.
Las fiestas, ya sean religiosas o profanas, incluían, aparte del arte efímero, juegos como el de cañas —luchas caballerescas de raíces medievales, introducidos en Europa por los musulmanes— asimismo, los jue- gos de destreza para ensartar sortijas, las corridas de toros, las máscaras, los fuegos artificiales, las danzas, bailes y representaciones dramáticas que se sumaban a la algarabía de lo lúdico. Según Bromley casi un tercio del año los españoles y criollos de Lima estaban impedidos de trabajar los días festivos, bajo pena de caer en pecado mortal.
Las fiestas virreinales se pueden dividir en religiosas y profanas y para llegar a ellas se cuenta con docu- mentos de archivo, descripciones literarias, en muy pocos casos pinturas, y como bien considera Gisbert, debe- mos sopesar el folclore llegado hasta nuestros días. Entre los documentos de cabildos, conservados en la sec- ción de festividades del Archivo General de la Nación de Lima, encontramos también información que escapa a lo trascendente de una obra de arte, permanente o efímera hecha para la fiesta, y al protocolo de la ceremo- nia; nos referimos a aquello que da cuenta de lo anecdotario sucedido en los días de la fiesta, pero no por ello menos importante, ya que nos alcanza la vivencia de lo cotidiano en aquellos días. Un caso puntual es puesto
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