Page 110 - Perú indígena y virreinal
P. 110

  la segunda mitad del siglo XVII y a lo largo del XVIII, de ahí que el interior del templo se vista con toda opulencia y junto a los frontales, gradillas, sagrarios, tabernáculos, candeleros, lámparas votivas y un largo etcétera de pie- zas relacionadas con el culto, se den otras exclusivamente ornamentales y de creación local como las mayas y las mariolas, que son placas de diferentes formas, tamaños y motivos para ser exhibidas en las gradas del altar. Con ellas se conseguirá no sólo un mayor engalanamiento y realce del esplendor del altar, sino crear un efecto de contrastes de luz al actuar sus superficies como espejos sobre los que se reflejan las velas encendidas, con- virtiendo así el altar en un foco de luces y sombras que, sin duda, moverá la emoción y el fervor de los fieles.
En el ámbito profano, el uso de plata y oro para el adorno se dejó ver en todas las manifestaciones, de mane- ra que la casa y la ciudad fueron escenarios idóneos en los que exhibir los metales preciosos, unas veces ya trans- formados en ricas obras de arte y otras todavía en barras (lingotes) destinadas a pavimentar las calles en desmedi- do alarde de ostentación. Famosas fueron las ocasiones en las que se actuó con este derroche, obligadas sobre todo en los festejos de bienvenida a los virreyes en Lima, siendo muy especial el espectáculo acontecido a la llegada del turolense duque de la Palata (1682), pues las calles de su recorrido fueron «desde lo alto abajo, por dentro y fuera, rellenos de fuentes, palanganas y salvillas, todas de plata blanca y dorada [...] y empedrados con barras de plata, las más eran de duscientos marcos y había quatrocientas barras».
En la casa, la plata estará presente en la mesa con todo tipo de piezas de vajilla (platos, bandejas, saleros, cubiertos, etcétera), así como con otros objetos destinados al servicio de cava (copas, bernegales, enfriadores...), al de iluminación (candeleros y palmatorias), al de aseo personal (bacías, escarbadientes, escarbaorejas, etc.) o al ínti- mo (bacinicas o jeringas). Y también en muchas ocasiones entre la sociedad más acaudalada se fabricaron con la plata piezas de mobiliario como bufetes, mesas ratonas, recados para escribir, arquetas para guardar enseres, bra- seros para calentar las habitaciones, sahumadores para perfumar los ambientes y un sinfín de obras que harían inter- minable su reseña. Pero toda esta platería, aun estando sujeta en la mayor parte del territorio a las directrices for- males y decorativas transferidas desde España durante los tres siglos de su presencia en el Perú, pudo con gran libertad creativa «inventar» algunos prototipos con los que cubrir sus necesidades utilitarias y manifestar sus gus- tos artísticos, haciéndose ya presentes los motivos autóctonos en el mismo siglo XVI avalados con los notables ejem- plos de la fuente potosina de Siegen (Alemania) que se fecha antes de 1586, o un plato gallonado del galeón «Nues- tra Señora de Atocha» (hundido en 1622), hoy conservado en el Mel Fisher Maritime Heritage Society, de Key West (Florida). En ambas obras la síntesis de los dos mundos queda patente, pues junto a un vocabulario renacentista italianizante se instala un temario local donde llamas, tarucas (ciervos), vizcachas (conejos), campesinos indígenas ataviados al modo tradicional o un cupido «iniatizado» (con penacho de plumas sujeto a la cabeza con la cinta llau- tu) revelan la incorporación de elementos originarios del Perú, respaldando así el fenómeno de aculturación que se produjo desde tempranas fechas.
Pero de toda la amplísima producción de platería profana labrada en el Perú colonial, hay varias piezas que merecen una mención especial por ser propias de este virreinato al atender a necesidades puntuales de sus gentes y que, por tanto, no se dieron en otros lugares de la América española. Nos referimos a los calentadores de agua (conocidos como «pavas-hornillo»), unas vasijas con patas, pico, tapadera y asa destinadas a mantener caliente el agua para cebar el mate; los mates y sus bombillas (en origen fueron apartadores) para tomar la infusión caliente de yerba mate del Paraguay, y las cajas para guardar la yerba mate (de ahí su nombre de «yerberas») o las hojas de coca («coqueras») que se mascaban junto con pequeñas bolas de cal (acullico o llipta) para así favorecer la disolu- ción de los jugos de la coca en la saliva; y también tuvieron este formato las destinadas como dulceras, confiteras y,
  Fig. 6 Jarro virreinal peruano,
ca. 1760, Madrid, Museo de América (n.o inv. 2001-3-7)
Fig. 7 Fuente potosina, ca. 1600- 1625, Madrid, Museo Nacional de Artes Decorativas (n.o inv. 1266)
 LA FORTUNA DEL PERÚ: LA PLATA Y LA PLATERÍA VIRREINAL [ 117 ]



























































































   108   109   110   111   112