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de una ciudad del futuro, que recuerdan los de Hugh Ferris, compuesta por edificios al- tos y con formas geométricas simples; esta ciudad estaba construida con una maqueta y en una visita a los estudios se describió su aspecto:
“Sobrevila nos hace pasar a la galería donde están acabando de montar un decorado que llama poderosamente nuestra atención, de un estilo moder- no, avanzado. Trátase de una maqueta -la primera vez que nuestros ojos ven trabajar en España por este procedi- miento-, dividida en dos cuerpos por una pequeña balsa de agua, que al público le hará la sensación de un in- menso y poético lago. En primer tér- mino figura la ciudad de los Bárbaros de la Mecánica; el grupo del fondo es la ciudad de los Cerebrales. La primera se reduce al interior de un bello par- que, con una fuente de pilón cuadrado y una soberbia arquería de líneas ele- gantes, que se eleva a favor de una mo- numental escalinata. La segunda es un conjunto de rascacielos a cuyos “pies” se levanta un verdadero “ejército” de chimeneas, de trazado sobrio. Es como la visión de una ciudad fantástica, de una audacia y genialidad sólo compa- rable a la que presenta Metrópoli (sic), la película de las bellas y originales au- dacias. Todo este decorado, que no llena un lugar mayor de seis metros cuadrados, ha de reflejar en la pantalla la grandeza soñada de un país fuerte, cerebral, poderoso, y revela en sus más mínimos detalles la intervención de un arquitecto de concepciones poéticas, soñadoras, ideales, que caben en la Ar- quitectura”13.
Al parecer es la primera vez que se hizo una maqueta en España para simular un espacio cinematográfico y además se empleó la téc- nica hoy conocida como “stop motion” con “muñecos articulados, movidos por la mano de Sobrevila- fotograma por fotograma, como dice muy bien Sobrevila, es un trabajo ímprobo, pacienzudo. Llevan rodando cerca de tres horas, y en todo este tiempo sólo han impresionado siete metros de película”14.
Tras dirigir su siguiente largometraje, el sex- to sentido (1929), con un argumento poco frecuente en la época, Filmófono le ofreció escribir el guión, diseñar los decorados y dirigir La hija de Juan simón, basada en una comedia musical que había escrito con José María Granada y se había estrenado con éxi- to en el teatro La Latina de Madrid en 1930; el arquitecto comenzó a filmarla en los estu- dios Roptence, pero se retrasó con respec- to al plan de rodaje, Luis Buñuel, que era el organizador de la producción, no pudo es- perar y lo sustituyó por José Luis Sáenz de Heredia. El arquitecto jamás volvió a trabajar en un estudio cinematográfico. “El caso de Sobrevila es típico del intelectual que decide introducirse en un medio que no es el suyo, logrando realizar unas películas de gran in- terés artístico y experimental para las que el público cinematográfico de la época no estaba preparado y cuando intenta trabajar de un modo profesional fracasa por su poca experiencia”15 pero que además, no se debe olvidar que, gracias a sus conocimientos profesionales, pudo desarrollar una técnica nueva en España.
En los años treinta comenzaron a mostrarse en las películas españolas algunos ambien- tes construidos según tendencias decorati- vas modernas, por ejemplo los decorados del mediometraje yo quiero que me lleven a Hollywood (Edgar neville, 1931) creados por el escenógrafo teatral Fernando Mignoni, que fueron dignos de elogio incluso antes de su estreno:
“en el Ideal Rosales nos encontramos que se habían instalado unos sober- bios decorados, a todo lujo y sin rega- tear gastos, que podían parangonarse con los de cualquier buena película extranjera. [...] Más tarde nos trasla- damos todos a los sótanos del Palacio de la Prensa, donde se Instalaron más interiores suntuosos y modernísimos, mucho mejores que los de algunas su- perproducciones extranjeras. Por algo su escenógrafo, Mignoni, había sido el confeccionador”16.
Se usaron elementos art-déco, sobre todo en el diseño del bar, con una barra cromada, ta- buretes metálicos, así como espejos y la pin-
tura geométrica de las paredes, demostran- do los conocimientos de Mignoni sobre las tendencias decorativas del momento, que ya había empleado en varias de sus numerosas escenografías teatrales.
Otro profesional que creó espacios cinema- tográficos modernos fue el arquitecto Luis Martínez Feduchi y Ruiz, que había diseñado muebles para el fabricante y decorador de interiores Luis Santa María (Luis Sáenz de Santamaría y de los Ríos), y en 1933 se con- virtió en su asesor artístico y proyectista, un trabajo que también hacía para la empresa Rolaco-Mac, S. A. fundada el año anterior, que producía avanzados muebles de tubo cromado, consiguiendo fabricar y distribuir las sillas diseñadas por Mies van der Rohe.
En 1935 ambos empezaron a trabajar en el cine como decoradores de La bien pagada (Eusebio Fernández Ardavín, 1935), roda- da en parte en el Edificio Capitol en la Gran Vía madrileña, erigido según el proyecto redactado por Feduchi y Vicente Eced con el que en 1931 habían ganado el concurso convocado para su construcción. En La bien pagada, Feduchi y Santamaría emplearon un lenguaje moderno en los decorados, sobre todo, en la vivienda donde una escalera cur- va, con baranda de mampostería blanca, da acceso a las dependencias superiores desde un salón donde hay dos mesas de madera lisa con líneas rectas geométricas, como los sofás situados delante de una ventana alar- gada, característica de la arquitectura racio- nalista.
LA HIJA DE JuAn SIMón EL HERALDO DE MADRID 23-5-1930
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