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más se podrá repetir. Antonia: Estas amables señoras del Cosmopolitan Club han querido que yo te salude en esta fiesta para que tu lengua nativa se oiga en el homenaje, y lo hago con el mayor cariño.5
Mientras esta aplaudida actividad de Anto- nia Mercé se constataba en Estados unidos, a nueva York arribaba el 6 de febrero de 1930 una pareja que estaba llamada a im- pulsar la danza de la Generación del 27: la formada por la Encarnación López Júlvez La argentinita e Ignacio Sánchez Mejías. Este úl- timo, reputado torero y polifacético creador, había sido el impulsor del famoso homenaje a Góngora que fechó la referencia para toda su generación y en 1928 había estrenado algunas de sus obras dramáticas, como sin- razón y Zayas.6 Desde mediados de los años veinte mantenía una relación extramatri- monial con La argentinita, que daría también frutos desde el punto de vista profesional, como veremos más adelante. El caso es que el 20 de febrero de 1930 Sánchez Mejías im- partió una conferencia que llevaba por título El pase de la muerte (Entendimiento del toreo) en el Instituto de las Españas, cuya presenta- ción realizó el propio Federico García Lorca.
Cuatro días después de aquel homenaje en el instituto dependiente de la Columbia uni-
POR CUESTIONES DEL DESTINO, EN LA CIUDAD DE LOS RASCACIELOS COINCIDIRÍAN DURANTE UNOS MESES LORCA, AN- TONIA MERCÉ Y ENCAR- NACIÓN LÓPEZ
versity, La argentinita debutó en el Majestic Theatre como participante de la international revue, pieza a la que siguieron sus conciertos de bailes y canciones españolas e hispanoa- mericanas en los escenarios del Booth Thea- tre, Ethel Barrymore y The Playhouse hasta el mes de abril. Pero para entonces Lorca ha- bía abandonado la ciudad rumbo a Cuba el 4 de marzo de 1930. El día de antes, Federico de Onís celebró el bautizo de su hijo, para lo cual eligió a Lorca y La argentinita como sus padrinos. A partir de ese momento, ambos artistas se llamarían mutuamente “coma- dre” y “compadre” y considerarían sus vidas atadas ya por lazos familiares.
Cuatro, dos, tres...
la segunda república concede el lazo de isabel la católica a la argentina (1931)
Antonia Mercé La argentina bailaba por los escenarios de medio mundo; Europa, Améri- ca y Asia se rendían a sus pies.7 Sin embargo, ni los Ballets Espagnols ni Antonia Mercé en solitario habían refutado sus propuestas de danza española en los teatros patrios, ante el público nacional. La ausencia de la baila- rina en el ámbito español era notable, una circunstancia contra la que un grupo de in- telectuales lograron plantarse aprovechan- do una coyuntura excepcional como fue la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931. unos meses después de la llegada del nuevo régimen, distintas voces de intelectuales fueron sumándose al necesario reconocimiento que La argentina realizaba fuera de los escenarios como em- bajadora de la cultura española encarnada en su repertorio dancístico. De este modo, en el mes de noviembre, sesenta y siete per- sonalidades de la intelectualidad y las artes firmaron un escrito en apoyo de la bailari- na dirigido al alcalde de Madrid, Pedro Rico, iniciativa respaldada por distintos artículos publicados en la prensa madrileña que pe- dían un gesto oficial. Pocos días después, La argentina actuó en el Teatro Español de la capital con un gran éxito. Aprovechando su paso por Madrid, el 2 de diciembre de 1931, se le dedicó un homenaje en el Círculo de Bellas Artes, al que siguió el día 3 la impo- sición del Lazo para señoras de la Orden de
Isabel la Católica por el propio presidente de la República, Manuel Azaña. Se trataba de la primera condecoración que concedía el ré- gimen, la única que se había mantenido tras el fin de la monarquía y que databa de prin- cipios del siglo XIX con el objeto de premiar a distinguidos militares y civiles. Era la mejor estrategia para, de alguna manera, favore- cer que la reputada artista realizara más gi- ras por España de las que acostumbraba, un compromiso que se materializó en los años sucesivos en puntuales visitas. La Segunda República reconocía, en fin, el valor del es- cenario como plataforma de difusión del imaginario de “lo español”, un conglomera- do interdisciplinar que difundía la cultura de la España tradicional, pero también la nueva España moderna, fuera de las fronteras.
antonia meRcé La ar- gentina bailaba poR los escenaRios de me- dio mundo; euRopa, améRica y asia se Ren- dían a sus pies.
Cinco, dos, tres...
la argentinita y lorca graban sus Cancio-
nes populares españolas (1931)
Desde las jornadas compartidas en nue- va York a finales del invierno de 1930 y por iniciativa de Ignacio Sánchez Mejías, Encar- nación López y Federico García Lorca co- menzaron a trabajar en la armonización de las Canciones populares españolas, un recopi- latorio que grabarían el año siguiente en la compañía discográfica La Voz de Su Amo. La argentinita llevaba tiempo integrando en sus números algunas canciones populares –no sólo españolas, como hemos apuntado, sino también de distintos lugares de Lati- noamérica, como su célebre pieza El gaucho, que aludía a su nacimiento en Buenos Aires. Sin embargo, sería a partir de este trabajo conjunto con el poeta granadino cuando sus programaciones irían tomando entidad, pa-
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