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sentimiento de melancolía, toda vez que nos recuerda que esa etapa de credulidad perte- nece al pasado.
El circo, en todo caso, nos devuelve a un es- tado de inocencia, porque en él se encuentra “toda la paradisíaca candidez (...) anterior a la hoja de parra”.19 Así, si el circo nos retrotrae
hasta la edad ingenua de la infancia, tam- bién nos traslada desde el momento históri- co hasta la esfera mítica de “la gracia primiti- va y edénica”.20 De este modo, se explican las continuas analogías entre el paraíso terrenal y la arena circense. La propia naturaleza de la función propicia ese retorno a un tiempo originario y mítico: por la inverosimilitud de
los números de gimnastas y contorsionistas; por el desfile de animales exóticos; o por la simulación de lo sobrenatural gracias a ilu- sionistas, prestidigitadores y magos. Así los números y las actuaciones remiten a figuras bíblicas, mitológicas y fabulosas, lo que co- rresponde a un discurso ya de suyo hiperbó- lico. Inclusive, la naturaleza fabulosa del es- pectáculo inspira al propio autor la imagen de “el circo ideal”, repertorio fantasioso de invención ramoniana en el cual “Estamos es- perando el centauro o alguna otra cosa así. Hasta que no sucede estaremos esperando. Sospechamos que en los más antiguos cir- cos se exhibían centauros, sirenas, ondinas, etc. etc. etc.” (“Fantasías”).21 Sin duda, el au- tor madrileño percibe en el ensueño sugeri- do por el circo un pensamiento maravilloso adormecido y latente, él mismo que en otro tiempo y en otra cosmovisión engendró cen- tauros, sirenas y ondinas, utopía de fantasía y credulidad que se recupera mientras dura el programa.
Con la funCión, el es- peCtador entra en un estado de inoCenCia, similar al pensamien- to ingenuo del niño, de ahí que, al mismo tiem- po, el CirCo susCite un sentimiento de melan- Colía, toda vez que nos reCuerda que esa etapa de Credulidad perteneCe al pasado.
Consecuentemente, el final de la función sig- nifica la clausura de las leyes de ese mundo y, por ende, el regreso para el público a la ló- gica y al prosaísmo de la rutina: “se sale con una melancolía profunda (...) ante lo breve de la estancia en este mundo lunar (...) ¡Tris- te salida del Paraíso!”, exclama el autor.22 En efecto, el público acude al circo para aban- donar momentáneamente una existencia mediocre; lo cual casa con la visión de la
          RAMón FOTOGRAFIADO JunTO A Su MAnIquí
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