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En resumen, los primeros experimentos pa- rateatrales de Gómez de la Serna señalan caminos de renovación del arte escénico, en efecto; pero, a su vez, de ellos se desprenden también unas primeras reflexiones en torno al espectáculo, cuyos componentes-artista, dinámica público-escena, plasticidad-inte- raccionan con el propio texto literario.
“CoNvENCIdo dE quE lA vIdA ES uNA CoSA gRoTESCA, [EN- TIENdo] quE doNdE SE ExhIbE mEjoR ES doNdE lo gRoTES- Co SE ARmoNIzA y AdquIERE ExPRESIÓN ARTíSTICA: EN El CIRCo”
Seis años más tarde de la publicación de su última pantomima, el escritor madrileño arma una monografía titulada el circo.9 A la altura de 1917, la literatura de Gómez de la Serna se ha alejado del imaginario finisecu- lar, y ha engendrado la prosa que en adelan- te caracterizará su escritura. Asimismo, el cir- co supone una nueva aproximación al mun- do del espectáculo que pretende “mezclar la literatura a la noche del circo”.10 El espectá- culo circense se convierte, pues, en un obje- to de aprendizaje, en tanto en cuanto -nos advierte Gómez de la Serna- “convencido de que la vida es una cosa grotesca, [entiendo] que donde se exhibe mejor es donde lo gro- tesco se armoniza y adquiere expresión ar- tística: en el circo”.11 Juicio quizá exagerado e irónico pero que explicita la reivindicación de tal espectáculo, que no se limita, por otra parte, a la exposición de lo grotesco.
El origen de este libro, como tantos otros en el haber del creador de las greguerías, se encuentra en sus colaboraciones perio- dísticas; de hecho, el primer artículo que hemos podido documentar se publicó en el diario La Tribuna con el título “El circo eter- no” el 3 de abril de 1915, al que le siguió “El circo inefable”, el 22 de abril de1916, y “El circo glorioso”, el 9 de abril de 1917. Tres textos que aparecerán refundidos en el
preámbulo y ampliados en el grueso de la entrega definitiva. Una vez editado, Gómez de la Serna continuó publicando columnas circenses que irían engrosando las ediciones sucesivas de el circo. Ello no quiere decir, no obstante, que el resultado haya sido una re- copilación de recensiones; por el contrario, la monografía se compone de una serie de prosas misceláneas en la temática y en la forma con las que Gómez de la Serna pre- tende dar cuenta de la cornucopia circense. Así, se repasa diversos tipos de circos y de números, una galería de artistas, amén de breves recordaciones de célebres sesiones. En definitiva, se pretende plasmar la emo- ción y maravilla del espectáculo y, al mismo tiempo, marcar el tiempo que va desde la inauguración hasta la clausura de las tem- poradas circenses, que ritman de ese modo la vida de la ciudad. Bajo la gran variedad de números que se presentan, el numero- so elenco de celebridades artísticas que se mencionan o el largo listado de circos que el autor confiesa haber visitado, late una au- téntica fascinación por el espectáculo, que le vale con toda justicia su autoproclamación de “cronista del circo”.12
A su vez, el ensayo sobre el circo conecta con los experimentos dramatúrgicos propicia- dos por las nuevas corrientes de renovación teatral: la incorporación del ballet y otras coreografías; el cultivo del teatro de mario- netas, muñecos y títeres; o la modernización de la escenografía.13 Tal conexión atestigua Walter Benjamin quien, al reseñar la traduc- ción francesa de 1927,14 afirma que “la crisis del teatro europeo ha iluminado de un modo distinto todas las formas parateatrales”15 y de ahí, añade, proviene la reivindicación co- etánea de los más populares espectáculos de entretenimiento; la recuperación de las formas más antiguas de representación; o las sensuales atmósferas circenses en las pinturas de un Seurat o un Picasso.
En definitiva, el circo de Gómez de la Serna va más allá de la descripción y apreciación de números y piruetas porque, como vere- mos, el autor madrileño expone la esencia del circo y el estado en que se sumerge el espectador. A su vez, estudia al artista como figura dual, atribulado por el contraste entre su vida dentro y fuera de la arena. Por últi-
mo, el libro ofrece una lectura metaliteraria indisociable de lo anteriormente dicho, una dialéctica entre tema y autor, o entre escritu- ra y espectáculo.
Como buen ensayista, Gómez de la Serna ambiciona captar la totalidad del mundo que se inaugura una vez empieza la fun- ción, pues “el cronista del circo debe ver el espectáculo desde todas las localidades”,16 y, por ello, de sus múltiples asedios a la are- na circense, logra divisar sin pretenderlo la naturaleza antropológica de este fenómeno. Así, igualmente a como indicaba años antes a propósito de la danza, el circo implica, en primer lugar, una suspensión transitoria de la cotidianidad (“una ruptura de la lógica”) para reemplazarla por un tiempo de juego y fiesta en el que domina lo inverosímil, lo estrafalario o el prodigio. no es casual, a nuestro entender, que el segundo texto de la monografía sea “Inauguración anual”,17 con lo que, dicho sea de paso, el libro simula el inicio de una temporada. A partir de este momento principia ese tiempo excepcional en el que reina “la diversión por la diversión”. Es por ello que, con un resabio de nostalgia, la experiencia del circo participa de la visión infantil del mundo, porque “Todos estamos como en el fondo del lago encantado, en ese salón lleno de luz y pedrerías en que, leyen- do los cuentos del niño, nos hemos sentido muy lejos de la tierra.”18 Con la función, el espectador entra en un estado de inocencia, similar al pensamiento ingenuo del niño, de ahí que, al mismo tiempo, el circo suscite un
El circo dE GómEz dE la SErna va máS allá dE la dEScripción y aprE- ciación dE númEroS y piruEtaS porquE, como vErEmoS, El autor ma- drilEño ExponE la ESEn- cia dEl circo y El ESta- do En quE SE SumErGE El ESpEctador.
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