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     El circo Está más cEr- ca dEl artE puro y nuE- vo quE El tEatro al uso, crEEncia antigua En mí quE ahora hE visto rE- flEjada En parís viEndo cómo la firma dE los grandEs clowns, los fratEllini, figura como una cabriola nEcEsaria En El conjunto dE un ál- bum quE inicia picasso.
concurrencia como masa vulgar; un contras- te con la magia de la arena que el artista con- templa “como mar lleno de tiburones”.23 En el imaginario ramoniano, ésta no es la única amenaza que acecha al artista. De hecho, su existencia está acuciada por la precariedad, la explotación y, sobre todo, por la amargu- ra que se apodera de él en el exterior, ya que “La vida de los artistas es lóbrega (...) y a veces causa verdadera pena verles salir vestidos de luto, después de haberles visto vestidos de rosa.” 24
La dicotomía luto / rosa subraya la dualidad de la vida del artista, cuyo mejor reflejo no es otro que el clown, con diferencia el per- sonaje de circo al que se presta mayor aten- ción. Y es que, a juicio de Gómez de la Serna, el clown es el centro del espectáculo ya que “están investidos de la mayor categoría del mundo”25 lo que estriba, claro está, en su indumentaria, su muñequización y cosifica- ción, su absurdo y patético comportamien- to; en fin, todo aquello que lo aleja del rigor y la seriedad del ser social. Por otra parte, Gó- mez de la Serna detecta en su actuación algo de perenne y atemporal, porque el clown es
“un poco el artista anónimo” (...) el espectro de los otros clowns, de todos los clowns que han existido”.26 Esa esencia transhistórica re- side en la propia plástica del personaje en el espectáculo que constituye en sí mismo merced a su gestualidad exagerada y a sus movimientos hilarantes, base de su comici- dad y patetismo, lo cual, no lo olvidemos, co- necta al payaso con el arte de la pantomima. A su vez, Gómez de la Serna reconoce en el clown un Pierrot fracasado, en tanto en cuan- to “se ha salvado a su melancolía superior de un modo elevado y sabio”. Pierrot, gran protagonista de la recuperación del género de la pantomima,27 ve su figura encarnada y distorsionada en la arena del circo. A todo ello el autor madrileño añade un componen- te dramatúrgico, a saber: la proximidad en- tre las leyes de la pantomima y el lenguaje corporal y verbal del payaso, infundidas am- bas de expresividad y atavismo. Por esta ra- zón, un número como “el entierro del Clown” que termina con la resucitación de un falso difunto es “la pantomima rupestre”, repre- sentación inmejorable del contraste entre la vida y la muerte.28 Por consiguiente, es la fusión de lo trágico o luctuoso con lo cómico el motivo de mayor encomio del payaso.29 Lo corrobora en su célebre ensayo de 1930 “Gravedad e importancia del humorismo”,30 donde insiste, precisamente, en la condición paradójica, tragicómica, del humor.31 El hu- morista es el parangón literario del clown así como Charlot es su avatar cinematográfico, asociación que desarrollará ampliamente en “Charlotismo”.32 no podemos comentar
“...A juICIO DE GÓMEZ DE LA SERNA, EL CLOwN ES EL CENTRO DEL ESPECTáCuLO yA quE “ESTáN INVESTIDOS DE LA MAyOR CATEGORíA DEL MuNDO”
JOSé MARíA ARAGón, “POMPOFF “ (FOT. SIMó GILI) MuSEO nACIOnAL DEL TEATRO, ALMAGRO.
ahora la presencia del célebre cómico en su literatura; baste con recordar que Gómez de la Serna le dedicó a Charlot, amén del bre- ve ensayo antes mencionado, una opere- ta hacia 193233en la cual la encarnación en celuloide del viejo Pierrot pantomímico se debate entre abandonar o no su arquetípica mudez.34
Por último, es necesario referirse al contagio entre la actitud lúdica, divertida y jovial que emana del espectáculo con la prosa del tex- to, aspecto que el propio autor sintetiza en las primeras notas del libro:
Estas páginas deben estar escritas con la cabeza cubierta por un sombrero de copa ladeado sobre una ceja para más completa hilaridad de las palabras (...). Todo lo que escribimos debiera estar pensado bajo este sombrero de copa irónico y así no perderíamos la justa ecuanimidad que nos corresponde. 35
La imagen del escritor se contamina, pues, de la propia hilaridad del espectáculo con- virtiéndose él también-irónicamente-en figurón de circo. De ahí que el homenaje merecido que recibió Gómez de la Serna -tributo del circo, “El circo me refrenda”,36 es la conclusión lógica del talante del autor ha- cia la literatura y el arte. En esta iconoclasta actitud lúdica se compromete la otrora aura conspicua del artista para fundirse en un abrazo con el espectáculo del circo:
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