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    las variedades (entre las que normalmente se eng- lobaba al flamenco) esta- ban obligadas a tributar un 10% y las artes escéni- cas (ópera incluida) tan solo el 3%.
Impuesto Industrial de 11 de mayo de 19266, las variedades (entre las que normalmente se englobaba al flamenco) estaban obliga- das a tributar un 10% y las artes escénicas (ópera incluida) tan solo el 3%. Así que los sagaces empresarios que se dedicaban a programar flamenco en las salas no tuvieron ningún reparo en bautizar sus espectáculos como “ópera flamenca” con tal de pagar menos impuestos7. De resultas de esto, los cantaores y cantaoras pasaron a ser los “divos del cante jondo”, “emperadores del fandanguillo”, “reinas de la media granaína” o alguna otra exageración lírica similar.
El repertorio era muy variado, pero el estilo que estaba más en boga eran los fandangos y sus derivados (fandanguillos, tarantas, granaínas, medias granaínas, malagueñas) y todo tipo de cantes de ida y vuelta (milongas, vidalitas) que se crearon y recrearon sin cesar.
De entre los numerosísimos cantaores hay que destacar a Pastora Pavón Cruz, La niña de los Peines (Sevilla, 1890 – 1969). Cantaora completa y enciclopédica, que grabó más de ciento setenta estilos, entre los que se cuentan las primeras bulerías y que popularizó las bamberas, las petene- ras, los tangos y la canción por bulerías. Su éxito fue indiscutible e indiscutido. La mujer de la “voz de sombra, voz de esta- ño fundido, voz cubierta de musgo”, como describiera Federico García Lorca, ha sido la mejor cantaora de todos los tiempos y su apogeo se produjo en el primer tercio del siglo XX. Pastora representó la transi- ción entre el clasicismo anterior de Anto- nio Chacón o Manuel Torres, con los que compartió escenarios en sus últimos años, y la modernidad.
Tampoco hay que olvidar a José Tejada Martín, Pepe Marchena (Marchena, Sevilla 1903 – Sevilla, 1976), conocido en sus inicios como el niño de Marchena. Cantaor de voz acaramelada, gran potencia y agilidad, ha pasado a la historia como un artista muy popular y de gran libertad creadora. Fue el que mejor se adaptó a los grandes esce- narios, cantó de pie, revolucionó la indu- mentaria de los cantaores, se inventó un estilo nuevo (la colombiana), popularizó las guajiras, milongas y recitados, y sobresalió cantando por fandangos.
Muchos otros artistas también fueron figu- ras importantes en el género durante estos años, caso de los cantaores Manuel Vallejo, Angelillo, Juanito Valderrama, Guerrita, Pepe Pinto, Cojo de Málaga o Lola Cabello y de los guitarristas Sabicas, Miguel Borrull o Ramón Montoya.
Sin duda, una magnífica edad de oro para el flamenco.
nOTAS
1. Ángel Álvarez Caballero, José Blas Vega o Manuel Ríos Ruiz, entre otros.
2. Benahum, ninotchka D. Antonia Mercé. El flamenco y la vanguardia española. Barcelona: Global Rhythm Press, 2009.
3. La Vanguardia. 23-5-1930.
4. Según su testimonio, aparecido en un folleto
publicitario de una de sus giras norteamerica- nas en los años 50, afirma que bailó por prime- ra vez la siguiriya gitana en 1940 en el Teatro Español de Madrid.
5. aunque, como señala con guasa José Manuel Gamboa, “conoce los cantes, pero no tiene amistad con ellos”, en gamBoa, José Manuel. Una historia del flamenco. Madrid: Espasa-Cal- pe, 2005, p. 196.
6. rossy, Hipólito. Teoría del cante jondo. Barcelo- na: Credsa, 1966, pp. 69-70.
7. gamBoa, José Manuel. Una historia del flamen- co. Madrid: Espasa Calpe. 2005, p. 213. Aunque, recientemente, y gracias a las aporta- ciones de los investigadores Alberto Rodríguez y Faustino núñez, se conviene que los prime- ros espectáculos de ópera flamenca se etique- taron así a partir de enero de 1927. Ver http:// elafinadordenoticias.blogspot.com.es/2011/11/ opera-flamenca-desde-1927.html
     CARMEn AMAYA En MarÍa De La o.
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