Page 61 - El poder del pasado. 150 años de arqueología en España
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 cía cultural y política, lo que deter- minaba una secuencia histórica, justifi- cada desde el punto de vista estratigráfico, en la que los materiales encerrados en cada estrato, caracteri- zan tipológicamente cada fase cultural invasionista : los fenicios en la Edad del Cobre, los celtas en la Edad del Bronce Argárica, los cartagineses en la Edad del Hierro, etc. Esta lectura teórica se sigue muy bien, como muestra J. P. Be- llon, en la correspondencia de Siret y Gómez Moreno ( VV.AA. 2011 ). Sin em- bargo hay momentos de la investiga- ción de esta etapa en que varió sutil- mente la base del discurso, al cambiar la escala del análisis estratigráfico, así sucedió cuando Luis Siret ( 1906 ) en la secuencia de Villaricos, leyó en un es- trato la destrucción del sitio durante la Segunda Guerra Púnica, tal y como lo escribían los historiadores romanos y posteriormente ha confirmado J.L. Lo- pez Castro, o en Bonsor, en el túmulo A de Carmona en 1899, cuando distin- guió estratigráficamente la superposi- ción de una fase orientalizarte y los enterramientos en silos de una fase « neolítica » anterior. En ambos casos la arqueología estratigráfica, abandonó la « Gran Secuencia » en las que unas culturas sustituían a otras, para resol- ver problemas de la microhistoria del sitio excavado. Esta excepción meto- dológica anunciaba el necesario en- cuentro entre el tiempo estratigráfico y el contexto espacial, fuera esta de es- cala macro o microespacial. Sin em- bargo, faltaba aun tiempo para que ello se produjera de forma definitiva y las dos dimensiones continuaron cami- nos divergentes.
La historia de la investigación desde la estratigrafía vertical y el do- minio del tiempo alcanzó su zenit, aun- que también hizo notar sus límites científicos, cuando a inicios del dece- nio de los sesenta del siglo xx, se pro- dujo la articulación de las secuencias estratigráficas, fundamentadas en el difusionismo cultural y el método Wheeler-Kenyon. Este nuevo marco tuvo una de sus referencias más signi- ficativas en la protohistoria andaluza, en dos cortes estratigráficos, realiza-
dos en Carmona, Sevilla, en 1960, por Raddatz y Carriazo y en el Cerro del Real en Galera, Granada, por Schule y Pellicer en 1962. Ambos partían de una misma tradición académica, el Ins- tituto Arqueológico Alemán, y se ca- racterizan por el uso del reglamentario damero wheeleriano de cortes estrati- gráficos y la obtención de las corres- pondientes secciones estratigráficas de sus perfiles. En realidad centraban su interés en la articulación de cada es- trato con sus materiales arqueológi- cos, al modo clásico de la Geología, buscando en ellos los « fósiles guía » capaces de fijar las cronologías relati- vas de cada unidad estratigráfica y es- tablecer así la secuencia cronológi- co-cultural del yacimiento. El método era ultra-cronológico en sus objetivos, pues aunque teóricamente Wheeler pretendía articular tiempo y espacio, el modelo jerarquizaba el análisis del tiempo sobre el del espacio, que que- daba relegado a la fase de laboratorio, consiguiendo que el dialogo espacial no se desarrollara durante la fase de intervención de excavación, frente al debate del tiempo, que en cambio to- maba el protagonismo en el campo. En términos conceptuales el aparente éxi- to del modelo wheeleriano destrozó el eje teórico positivismo-difusionismo historicista, al romperlo en favor del primer campo del eje, pues las dos se- cuencia citadas confirmaron las conti- nuidades del poblamiento y redujeron el papel de las civilizaciones invasoras a meras influencias culturales, cuando existieron, lo que minimizó el papel de la tradicional secuencia de las grandes culturas mediterráneas como cons- tructoras de la civilización en España. Esta crisis del viejo esquema teórico terminó de forjar un modelo de domi- nio absoluto del positivismo sostenido por una « teoría blanca e inocente », que llevo a producir en la arqueología española una inacabable reiteración de conjuntos de materiales estratifica- dos que solamente satisfacían como objetivo la infinita construcción de una cronología relativa, ello en un momen- to en que los métodos de cronología absoluta comenzaban a suplir, con re-
sultados más efectivos, los obtenidos en las versiones estratificadas del « fó- sil guía » .
Y fue ante el agotamiento del modelo wheeleriano de la estratigrafía, cuando se produjo el necesario ren- cuentro entre estratigrafía, entendida solo como tiempo, y el contexto espa- cial. Este hecho se hizo patente en las reuniones de arqueología espacial de Teruel, y sus reivindicaciones de un cambio en la arqueología española, fundamentalmente en el encuentro sobre el microespacio de 1986. No es ajeno seguramente a ello la llegada a España en aquellos años de los mate- riales de innovación metodológica de la arqueología anglosajona de los años setenta, sobre todo tras la primera edi- ción en 1979 de « Principles of Ar- chaeological Stratigraphy » de Harris o las aplicaciones de esta, como en el caso de Settefinestre. La primera de las dos obras tuvo su edición española en Crítica en 1991 y la segunda una versión restringida publicada en 1984, con el nombre de « Arqueología y Cultura Ma- terial » debida a A. Carandini. Desde entonces y en un lento, demasiado len- to, proceso, los principios de la estrati- grafía arqueológica han venido susti- tuyendo la lógica de la estratigrafía geológica, tan querida a la metodolo- gía Wheeler, y ha impuesto conceptos e instrumentos metodológicos nuevos claves para esta nueva etapa, como el diagrama multiestratigráfico de la ma- triz Harris, o la excavación en extensión como sustitución de los cortes o son- deos estratigráficos tradicionales y sus limitadas secciones verticales. Precisa- mente E. Junyent ( 1991 ) realizó un magnifico análisis de la inserción en la arqueología española de estas innova- ciones y sus resistencias, en el prólogo a la edición primera edición en la Edi- torial Crítica de la obra de Harris.
La consolidación de la arqueología moderna ( 1912-1960 )
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