Page 57 - El poder del pasado. 150 años de arqueología en España
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No obstante, a pesar de lo expuesto hasta el mo- mento, en este período las instituciones académicas heredadas del siglo anterior todavía mantuvieron parte de su poder y lograron no quedar desbancadas total- mente en las diferentes reformas. Entre las iniciativas que salieron de su seno está el Catálogo Monumental de España, organizado por una comisión mixta de la Aca- demia de la Historia y de la Academia de Bellas Artes.
Investigaciones arqueológicas desde 1912 hasta la Guerra Civil
Como destacó M. Díaz-Andreu (2003: tabla 1), para el período de 1912-1934 los yacimientos que acapararon el mayor montante económico de subvenciones de la JSEA fueron Madinat al-Zahra (403.750 pts., 21,6% del total), Mérida (319.000 pts., 17,1%), Itálica (235.000 pts., 12,6% del total), Numancia (108.750 pts., 5,8%) y Sagun- to (89.250 pts., 4,8%), lo que se justifica no solo por el protagonismo histórico, arqueológico y patrimonial, sino por el hecho del interés para crear áreas arqueoló- gicas de aprovechamiento turístico y porque uno de los vocales de la JSEA era el director de la Comisión Regia de Turismo [fig. 5].
Ello explicaría la importancia concedida a Madi- nat al-Zahra a pesar de no tratarse de un yacimiento romano, pero que enlazaba además con el destacado interés por el pasado musulmán de España desde la Ilustración. El interés por las antigüedades árabes de España durante el siglo XIX se había basado en un en- foque histórico artístico y monumental, de corte histo- ricista, que tuvo en los restos arquitectónicos de Gra- nada, Córdoba y Sevilla sus principales intereses. En el caso de Madinat al-Zahra hay que destacar la actividad del arquitecto Félix Hernández Giménez (1889-1975), que fue director de las excavaciones desde 1924 en sus- titución del asimismo arquitecto Ricardo Velázquez Bosco (1843-1923), y que llevó a cabo la restauración del Salón Rico, desde 1944, con el objetivo de reconstruir su forma original a partir de la integración de piezas originales y reproducciones.
La tradición de ese enfoque histórico artístico aún se advierte en la actuación de Manuel Gómez-Moreno en sus estudios de arqueología árabe, que propiciaron la dotación en 1913 de una cátedra especial de Arqueo- logía Árabe en la Universidad Central, pero que no tuvo continuidad tras su jubilación, por lo que no enlaza con el desarrollo de la arqueología medieval española de la segunda mitad del siglo XX. Como recordaba Antonio Beltrán Martínez (1916-2006), al ganar la oposición de catedrático de Arqueología, Epigrafía y Numismática en el año 1949 y elegir la plaza de la Universidad de Za- ragoza, en la escuela de Gómez Moreno, en la que in- cluía a Cayetano de Mergelina ( 1890-1962 ) y Joaquín
María de Navascués (1900-1975), «se denostaba la Pre- historia y se alababa hasta con exceso la teoría de las formas, que no la Arqueología, de la Edad Media» (Bel- trán Martínez 1988: 96) [fig. 6].
Las excavaciones de Mérida y de Numancia se vin- culan a la figura de Mélida, que fue director de ambas por nombramiento de la JSEA. En el primer caso desta- ca asimismo la figura de su colaborador emeritense Maximiliano Macías (1867-1935), que llevaba a cabo el día a día de los trabajos, centrados especialmente en los dos edificios de espectáculos del teatro y el anfitea- tro romanos. En el caso de Numancia, las excavaciones estaban promovidas por el significado dado a la gesta heroica del oppidum celtibérico en su enfrentamiento con Roma, como símbolo del nacionalismo español frente al invasor. Así, las primeras excavaciones oficia- les se habían realizado entre 1861 y 1867, por la iniciativa de la Real Academia de la Historia y la dirección del académico Eduardo Saavedra Moragas (1829-1912), que volvió a dirigir una nueva comisión de excavaciones entre 1906 y 1912, tras las polémicas excavaciones del alemán Adolf Schulten en 1905. A la muerte de Saave- dra, los trabajos en el oppida continuaron hasta 1923 bajo la dirección de Mélida con el apoyo de su discípulo Blas Taracena Aguirre (1895-1951), primer director del Museo Numantino y posteriormente del Museo Ar- queológico Nacional en 1939. Por su parte, Schulten escavó los campamentos de Escipión entre 1906 y 1912 (Wulff 2004).
En el caso de Sagunto, la tradición literaria que asimismo vinculaba la defensa de la ciudad frente al invasor cartaginés y la destrucción de la misma por parte de Aníbal con el carácter nacional español, se completaba con la importancia de los restos arqueoló- gicos, especialmente su teatro romano, que fue objeto de una especial atención por parte de los ilustrados es- pañoles durante todo el siglo XVIII y los inicios del XIX. En el período regido por la JSEA debe destacarse la acti- vidad de Manuel González Simancas (1885-1942), mili- tar jubilado y académico, que realizó las campañas de excavación en el yacimiento saguntino desde el año 1921, y cuyos resultados publicó en la serie de Infor- mes y Memorias de la JSEA en 1921-1922, 1925-1926 y 1932, de los cuales algunos materiales fueron expues- tos en el Museo Histórico Militar de la ciudad.
Finalmente, los trabajos que se generaron en Itáli- ca bajo el nuevo marco creado por la ley de 1911 se plas- maron en las excavaciones del anfiteatro a cargo de Rodrigo Amador de los Ríos ( 1843-1917 ) entre 1912 y 1916. Precisamente en ese año de 1912 se llevó a cabo la declaración de las « Ruinas de Itálica » como Monu- mento Nacional, incluyéndose al año siguiente el anfi- teatro, cuyos trabajos de excavación se reemprendie- ron, entre 1919 y 1933, bajo la dirección del pintor Andrés Parladé (Amores y Beltrán 2012).
La consolidación de la arqueología moderna ( 1912-1960 )
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