Page 230 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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228 FERNANDO RODIL
y la gente se ríe: noté ese calor en la cara de cuando uno se pone colorado, madre mía. Me entró un susto... Y digo: «Te quedas en la calle». Aquello era un verdadero desastre. Y, sin embargo, em- pezó a venderse. El hombre aquel tenía un entusiasmo... Dice: «Vamos a igualar e incluso superar a El Guerrero del Antifaz». Y si hubiera tenido la distribución bien organizada, pues, no digo que hubiéramos igualado a El Guerrero del Antifaz, pero que nos hubiéramos acercado sí puede ser. Yo ahora recuerdo esos quioscos de las Ramblas: hacían un montón así de El Jinete Fantasma y los soltaban... Los chiquillos se los disputaban. Yo no entiendo por qué... Los chiquillos tienen intereses diferentes a nosotros, pero les cayó bien...
R: Sí, la verdad es que estaban bien hechos...
No. El dibujo era un desastre... El guionista, Amorós, que luego hemos sido muy buenos amigos y demás, pero al principio... La primera vez que nos vimos me dijo sin muchos reparos... Estaba cabreado porque me habían dado el cuadernillo a dibujar a mí. Yo no me ofendí ni nada. Le digo: «Entiendo lo que dices, pero dame tiempo. Porque yo no me considero ningún gran dibujante, pero puedo hacerlo mucho mejor de lo que lo hago. Ahora, yo necesito tiempo, porque yo siempre he sido muy lento para todo. Tú dame tiempo y veremos lo que sale». Y no ha salido ninguna maravilla, pero... No sé, yo hago un dibujo y veo una cosa extraña, pero no veo dónde está. Luego entrego el dibujo, a los quince días me dan el dibujo impreso y nada más verlo...
M: ¿Ya lo ve bien?
¡No!, me digo: «Madre mía, ¡cómo he podido hacer yo esto!». Pues eso me ocurrió siempre y sigue ocurriéndome a estas alturas. Yo no soy un dibujante, podemos decir, por estética... No, no... A mí lo que me ha movido es la expresión, la movilidad... Usted, cuando empezó a dibujar, ¿qué hacía?, ¿copiaba o dibujaba?
M: Copiaba láminas, además tenía primos que dibujaban también...
Es lo corriente... Yo nunca, nunca, nunca he copiado. No podía. No me gustaba copiar. Cuan- do tenía catorce años, al maestro se le ocurrió mandarnos a un hijo suyo y a mí a la Escuela de Artes y Oficios de San Carlos, en Valencia. Hacíamos unos dibujos sobre modelos de es- cayola con lápiz compuesto, lápiz carbón... A mí me suspendieron los cursos y el compañe- ro, que de dibujar no sabía absolutamente nada, los aprobó. Yo no sé por qué sería, porque mi dibujo era mejor que el suyo. Quizás por mi desigualdad en el trabajo o por lo que fue- ra, pero es que para mí aquello era un martirio. Hacía novillos y no trabajaba. No me gusta- ba... Eso es lo que ha marcado la característica del dibujo mío: está mal hecho pero tiene vida.
M: Es muy discutible eso de que está mal hecho...