Page 220 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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218 FERNANDO GOITIA
Si le parece, vayamos al principio. Entró en Bruguera antes de cumplir los dieciocho. ¿Y esa precocidad? ¿No había mucha competencia?
[Se ríe]. Bueno, les gustó mi trabajo. Con veinticuatro años, incluso llegué a jefe de redacción. Me decían: «Hay que hacer setenta y cinco páginas de tal cosa». Pues me sentaba y, ¡hala!, setenta y cinco páginas. Siempre escribí con una facilidad extraordinaria por haber leído mucho desde niño. Se lo debo a mi padre, que amaba los libros y me los hizo amar a mí. En mi barrio me apodaban el abogado de los pobres porque siempre iba leyendo. Pasé de niño casi sin escolarizar a escritor. De pronto, escribir me salía automático. Les ocurre a muchos escritores.
Pero ¿cómo entró en la editorial?
Bueno, cuando murió mi padre, vivíamos en Limoges, en la Francia ocupada por los nazis –re- cuerdo bien cómo nos adoctrinaban en la escuela–, y regresamos a Barcelona. Como mi madre era viuda de un funcionario de la República, policía de la Generalitat, como castigo no le concedieron cartilla de racionamiento. Era obstinada, alquiló un puesto en el mercado de la Boquería y sacó adelante el negocio. Yo quería ayudar, me angustiaba aquella situación. Estuve de aprendiz de muchas cosas. No volví a la escuela, pero leía sin parar. Cuando la hacía enfadar, me decía: «Parece mentira, Víctor, ¿de qué te sirve leer tanto?».
Por lo visto, acabó por servirle de algo, ¿no?
Así es. Mi pobre madre [suspira]. Yo escribía y dibujaba historias como las que leía en los tebeos, y a la gente le gustaban. Ofrecí mis servicios a Bruguera y las cosas se arreglaron para nosotros. Primero me dejaron colaborar, hasta que me hicieron redactor. Aquello fue un pasó de gigante en mis aspiraciones.
¿De ser escritor?
Yo ya me sentía escritor, pero también dibujaba. El redactor jefe, Rafael González, periodista a quien el franquismo prohibió ejercer por socialista y tuvo que pasarse al tebeo, siempre me repetía: «Mora, usted es escritor». Así que dejé el dibujo de lado.
¿Cómo era el trabajo en la editorial? Con tantos personajes propios, ¿no sufría estrés?
No sé bien qué es eso. Yo disfrutaba con mi trabajo. Saltaba de una historia a otra y de un perso- naje a otro sin problemas. Cada uno eran diez páginas por semana. El guion mostraba la acción viñeta a viñeta con su correspondiente texto, si lo tenía. Todo era muy claro y preciso y, si tenía documentación gráfica o algo requería bocetos explicativos, se los daba al dibujante.
























































































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