Page 219 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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VÍCTOR MORA, CREADOR DEL CAPITÁN TRUENO 217
¿No le controlaban entonces lo que escribía en los guiones?
Siempre tuve libertad total. Intentábamos pasar inadvertidos. Mis jefes eran de izquierdas, ha- bían militado siempre en el lado republicano, pero los Bruguera, que llevaban tres décadas en el negocio, tenían dinero e influencias y esto les permitía ciertas cosas. Les dejaban en paz, vamos, pero jugábamos para driblar la censura.
El Capitán Trueno gritaba: «¡Santiago y cierra España!». ¿Fue un ardid para contentar a la censura?
No, no. Esa es una frase histórica, la pronunciaban las tropas españolas de la Reconquista y consideré que encajaba con el personaje, sin más. Nadie me lo impuso ni pretendía hacerlo más cristiano o más patriota español.
¿Algún censor le dio muchos dolores de cabeza?
Hubo uno especialmente, digamos, inteligente que ordenó borrar todas las armas –espadas, pu- ñales, mazas...– que sujetaban los personajes de El Capitán. Cuando vio que todos salían con el puño en alto, se lo pensó dos veces [se ríe]. ¡Es que eran imbéciles! También tú ibas aportando cosas al personaje para que te dejaran tranquilo.
Personajes como Trueno, el Corsario de Hierro o Jabato nunca se casaron y tenían novias con convicciones propias. ¿Le dio problemas esta, digamos, liberación femenina?
Fueron muy pesados, sí [se ríe]. Para que Sigrid y Trueno se dieran un beso, ¡madre mía! Y un abrazo, ¡atención, eh! Ni tocarse. Nunca ocurría nada y no se veía lo que hacían por la noche, claro [se ríe]. Nunca los casé, aunque al Ministerio de Información y Turismo no le hiciera gracia que anduvieran juntos sin vínculos matrimoniales, como publicó en un oficio. Ni siquiera cuando se reencontraban, tras meses sin verse, se podían besar. Era ridículo, se saludaban desde lejos: «Hola, Sigrid», a metros de distancia. Sigrid me trajo de cabeza.
O sea, que se pasó años queriendo llevarlos a la cama.
Es que daban muchas ganas solo por el hecho de que te lo prohibieran. Al final de los sesenta, cuando la censura se relajó, los puse en una cama dándose un beso. Todo muy correcto, sin pasarse, claro.