Page 72 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
P. 72

y en los desencantos sociales, políticos o sentimentales de la propia gene- ración del autor, en su paso del ideal a la realidad. Mendoza siente por esta obra un cariño similar al que experimentan los padres por sus hijos menos espabilados o por los que parecen destinados a una existencia reñida con el éxito. La escribió con frases cortas y gran economía de medios, como si tuviera algo de noticiario sobre el estado de su generación, más que de ex- pansión literaria. Javier Cercas, que fue su presentador en Barcelona, lo dijo con mayor donaire al describirla como «una novela escrita por Balzac, re- finada en el estudio de Flaubert, y sometida después a liposucción por un Baroja del siglo XXI».
El asombroso viaje de Pomponio Flato (2008) narra la inusitada historia de un investigador policial romano destacado en Galilea en tiempos de Je- sucristo. Se trata de una narración en clave humorística, fruto de las muchas lecturas de Mendoza, entre ellas las históricas y las inscritas en la historia sagrada. Por ejemplo, La guerra de los judíos de Flavio Josefo. Está armada con estos mimbres, sobre un fondo de enfrentamiento entre el mundo de la mitología clásica –«con aquellos dioses tronantes y aquellas chicas monas que vivían en el Olimpo», según los evoca el autor– y «la cosa judeocris- tiana que se nos venía encima». Esta obra no logró gran atención en el cir- cuito internacional. En Francia no complació, porque prescindía del querencioso escenario barcelonés. En Alemania dudaron sobre la oportu- nidad de editarla, temían ofender sensibilidades religiosas...
Podría parecer, atendiendo a su título, que Tres vidas de santos (2009) fue otra incursión en el ámbito religioso. En realidad, no lo es. Lo que de- fine este volumen es el intento de Mendoza de aventurarse en un género nuevo en su bibliografía, el del cuento. Cierto es que uno de los tres con- tenidos en la obra está protagonizado por un obispo latinoamericano que arriba a Barcelona en tiempos del Congreso Eucarístico de 1952. Los otros dos son sobre una experiencia africana y sobre una ballena que llega a Bar- celona. Pero lo relevante, como decíamos, es que con ellos Mendoza se adentró en un género que había intentado en diversas ocasiones, aún a sa- biendas de que los buenos cuentos, según afirma, se escriben ahora, mayo- ritariamente, en Norteamérica.
 72































































































   70   71   72   73   74