Page 74 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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narios coloristas en los que interactuaban señoritos, toreros, intelectuales, bohemios, espías, cantaores, idealistas y matones integrados en partidas de la porra.
El Premio Planeta, como ya se ha apuntado, trae aparejada una elevada dotación económica, una benéfica «transfusión» –en palabras de Mendoza– que éste aprovechó para procurarse una vivienda en Londres y tomar dis- tancia con su ciudad natal. Su relación con Barcelona, pese a ser natural, entrañable y muy productiva a lo largo de los años, se halla en la actualidad un punto desgastada. En buena medida, debido a la notoriedad que ha ad- quirido el escritor, a los sucesivos compromisos que la sociedad trata de endosarle y a su creciente dificultad para pasar inadvertido. Londres le ofrece, por el contrario, refugio y anonimato. Por no mencionar una canti- dad de teatros, salas de conciertos y librerías capaz de saciar sus apetitos culturales.
Fue precisamente en Londres, y en concreto en las salas de la Galería Saatchi, donde Mendoza recibió la llamada telefónica de Íñigo Méndez de Vigo, ministro de Educación, Cultura y Deporte, en la que le comunicó que acababa de recibir el Premio Cervantes. Eso ocurrió el día 29 de noviembre de 2016. Según especificó el jurado en su argumentación, Mendoza se hizo acreedor de tal reconocimiento porque ya con La verdad sobre el caso Savolta «inauguró una nueva etapa de la narrativa española en la que devolvió al lector el goce por el relato y el interés por la historia que se cuenta, algo que ha mantenido a lo largo de su brillante carrera como novelista». Tam- bién porque «en la mejor traición cervantina, posee una lengua literaria llena de sutilezas e ironía, algo que el gran público y la crítica siempre su- pieron reconocer, además de su extraordinaria proyección internacional».
«Al principio, la noticia me dejó un poco perplejo» –recuerda Mendoza–. No sabía cómo me lo tenía que tomar, porque es un premio con cuadro de honor muy ilustre. Nunca pensé que yo llegaría a formar parte de él». Pero es igualmente cierto que Mendoza se reconoce en la tradición de Cervantes y que cree haber contraído una deuda con él. «Para mí –dice– siempre ha sido una fuente de energía. He leído el Quijote en cuatro ocasiones, en dis-
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