Page 75 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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tintas fases vitales, y siempre me ha aportado mucho. Tuve la suerte, por ejemplo, de leerlo en una época en que daba palos de ciego, en que quería escribir y no sabía si debía hacerlo como Proust, como Kafka, como He- mingway o como Mallorquí. Cervantes me dio una enorme tranquilidad, me enseñó que lo importante es contar cosas, y que no hay que preocuparse por mucho más. Don Quijote pega, y le pegan, pero al final nunca pasa nada grave, siempre se comparte una bota de vino, todo fluye».
Probablemente, aquí Mendoza exagera, u omite la mención a la mucha entrega que requieren sus textos. Él mismo lo ha verbalizado a veces con afirmaciones como esta: «cuando escribo, lo hago frase a frase. Hasta que no quedo satisfecho con una frase, no paso a la siguiente». Esa misma exi- gencia podríamos aplicarla a Cervantes, a su narrativa, a la manera en que teje sus obras y perfila sus personajes, cuyos ecos podemos ahora advertir en los de Mendoza.
También hay una relación, a menudo muy evidente, entre algunos pro- tagonistas de Cervantes y de Mendoza. «Ceferino es un personaje influido por Cervantes, es quijotesco y cervantino, en el fondo es un heredero de la tradición picaresca. Tiene perfecta consciencia de esa condición. No pre- tende en ningún caso ser realista, todo le da un poco igual, lo importante es meterse en todas partes y contar el cuento de arriba abajo. También Gurb tiene componentes cervantinos».
«Aunque debo admitir, a riesgo de parecer algo más pedestre, que, además de a Cervantes, mis personajes le deben también mucho a los del Pulgarcito, mi fuente de inspiración máxima», indica Mendoza con afán desmitificador. «El repórter Tribulete, la familia Cebolleta, doña Urraca y todos esos perso- najes capaces de meterse en mil líos... En los simposios donde se analiza mi obra los eruditos suelen descubrir una literatura crítica sobre la España el franquismo o del tardofranquismo. No me canso de decirles que no. Que no es eso. Que yo escribo novelas en las que pasan cosas. Y nada más. ¿Para qué voy a denunciar la corrupción si todos saben que está ahí?».
Sea como fuere, Mendoza valora también el Premio Cervantes como lo que es: la coronación de una carrera literaria sin parangón en las letras his-
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