Page 67 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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de plomizo franquismo en ciudades y pueblos, y de maquis en las monta- ñas. Narra la improbable y tórrida relación entre una monja y un terrate- niente. Esta historia con ribetes donjuanescos, no exenta de pinceladas sensuales, trata sobre el poder y el deber, sobre el sentido de la vida, tam- bién sobre la transgresión de la norma. Y, en otro orden de cosas, constituye un ejemplo de esa constante inquietud que lleva a Mendoza a saltar de una redacción a otra.
De hecho, la escritura de El año del diluvio fue un paréntesis en la de otra obra, Una comedia ligera. Ambas comparten período histórico, el de los pri- meros decenios del franquismo. Y ambas aportan, aunque no sea ese su principal propósito, una visión ineludiblemente crítica de la sociedad que sobrevivía bajo el régimen del general Franco. Pero si El año del diluvio des- cribe situaciones y atmósferas en las que los poderes fácticos se expresan de modo directo, a veces incluso rudo, en Una comedia ligera Mendoza se acerca a las capas sociales que creían que la condición económica acomo- dada era garantía también de acomodo social y político; que era posible convivir de modo indoloro con el oprobio circundante... Hasta descubrir –y de eso trata en buena medida esta novela– que tal cosa era imposible y que los abusos del poder acababan manifestándose en todos los rincones de la sociedad y sobre casi todos sus integrantes.
Una comedia ligera narra la historia del comediógrafo Carlos Prullàs, que reparte su vida entre los ensayos barceloneses de su última obra, las aten- ciones de algunas actrices y las visitas a la residencia de El Masnou, en la costa del Maresme, donde su familia veranea. En la profesión y la indolencia de Prullàs muchos han visto un reflejo de ciertos rasgos del propio Men- doza, acaso también de sus dudas. Pero, ciertamente, el episodio vital que recoge esta narración es mucho más aristado que los experimentados por el escritor. Prullàs pasará de vivir entre algodones, ajeno a la realidad cir- cundante, apenas apuntada por los omnipresentes pedigüeños que orbitan a su alrededor, a toparse con la persecución y las bajezas del poder: las tur- bulencias subterráneas acaban aflorando, agitando una superficie hasta en- tonces estática, como la de un pantano, y atrapándole.
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