Page 45 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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en cambio, muy mal fisonomista) y he comprobado a menudo que ciertas palabras o expresiones resultan muy evocadoras para el oyente que las había desterrado a un remoto rincón de sus recuerdos». Así, Eduardo Mendoza consigue escribir la novela del momento histórico que le ha tocado vivir o, a través del trabajo de hemeroteca, el que quiere evocar. Ana María Moix opinaba que en Una comedia ligera retrata «una Barcelona (...) percibida por el lector en blanco y negro, y en pantalla anterior al cinemascope, como corresponde a la época elegida por el autor: años cuarenta».
Las visiones y contemplaciones de la ciudad, por último, adoptan diversas funciones complementarias. En La ciudad de los prodigios Barcelona desem- peña un papel singular. En primer lugar es una ciudad que deviene escena- rio-personaje. Barcelona es el teatro de la ascensión y caída de Onofre Bouvila: allí peregrina buscando trabajo y asciende en la escala social a tra- vés de encuentros fortuitos, lugares de reunión (bares, casas) y la utilización de bandas callejeras. De hecho, hay un paralelismo entre la fortuna de Bou- vila, las mujeres que ama y la de la ciudad, como pone en evidencia la es- tructura de la novela.
En La verdad... la ciudad también está presente. El paseo por la plaza de Catalunya de Miranda en compañía de Teresa da pie a una confesión. Teresa odia la ciudad, en cambio Miranda afirma: «Al contrario, no sabría vivir en otro sitio. Te acostumbrarás y te sucederá lo mismo. Es cuestión de buena voluntad y de dejarse llevar sin ofrecer resistencia» (Mendoza 1975: 18). Una frase de Lepprince abre un hondo misterio: «¿Sabes una cosa? Creo que Barcelona es una ciudad encantada. Tiene algo, ¿cómo te diría?, algo magnético. A veces resulta incómoda, desagradable, hostil e incluso peli- grosa, pero, ¿qué quieres?, no hay forma de abandonarla. ¿No lo has no- tado?». Asimismo se produce una identificación entre algunos personajes y la ciudad, como una variante de las personificaciones de la misma. Cuando Miranda se entera del arreglo entre Lepprince y María Coral ex- clama: «Soy el mayor cornudo de Barcelona».
En ocasiones la voz de Miranda, teñida impecablemente por los códigos de la novela rosa, nos presenta la ciudad: «recorrimos cada uno de los rin- cones de la ciudad dormida, poblados de mágicas palpitaciones». Suben a
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