Page 41 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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vas, originales. Las novelas de Mendoza están plagadas de personas, cosas, situaciones, de tiempos pasados en general, o de un tiempo presente en las novelas detectivescas. La palabra imponen un límite y el trabajo del escritor es alargar ese límite, romperlo, dando sentidos nuevos a las palabras. «Tengo la virtud de trabajar el párrafo. Eso es todo. Nunca pienso que lo que estoy contando se justifica si no le doy una forma literaria que tenga un ritmo y un interés estilístico», declaró en Mundo Mendoza. Esta afirma- ción nos hace fijarnos en la importancia que puede tener en Mendoza el fragmento, los pequeños detalles. Y lo podemos relacionar con la concep- ción de la ficción de un viejo crítico como Percy Lubbock, que opinaba que «el arte de la ficción no comienza hasta que el novelista piensa en su his- toria como un asunto que debe mostrar, para ser exhibido de tal manera que se cuente a sí mismo».
Tres son los núcleos que han interesado a la critica en la obra de Men- doza: el uso de una realidad creíble, real, pero que es manipulada de manera consciente y desconcertante. Así muchos estudios se fijan en dos aspectos interrelacionados: la incorporación de la ciudad, y la manipulación de la historia o el acercamiento a la posmodernidad; la parodia de modelos na- rrativos como la novela picaresca (y en particular de la apropiación de mo- delos de la literatura española del Siglo de Oro), la novela rosa, la gótica, la detectivesca, etc.; y los usos del humor. «En la Barcelona de Mendoza se admiten todos los extremos: lo creíble y lo increíble, lo significativo y lo irrelevante, lo humano y lo divino, lo máximo y lo mínimo, lo material y lo sentimental, lo concreto y lo abstracto, lo más alto y lo más bajo» reflejo de la variada realidad social, de las diversas etapas históricas.
Las novelas de Eduardo Mendoza constituyen una propuesta muy origi- nal entre los diversos intentos de construcción literaria de la ciudad. Buena parte de ellas dibujan un mundo caracterizado por dos rasgos: la ambien- tación en una Barcelona pretérita y la focalización en torno a un personaje central ambiguo, de origen dudoso, que asciende y cae, hasta desaparecer de modo más o menos sorprendente. En el mundo narrativo de Mendoza se confirma una situación o cronotopo reincidente: el loco, extraño, parvenu (Lepprince, Bouvila, Prullàs) integrado por impostación en una alta bur-
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