Page 29 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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riodo abogadil y más tarde, por circunstancias que no vienen al caso, mi propio consejero, hasta su muerte en 2006. Era un hombre tan sumamente inteligente que nadie lo notaba. Iba disfrazado de persona vulgar y no des- pertaba el menor interés. Parecía un funcionario ajado, un abogado en ha- rapos o un corredor de comercio consumido por la malaria. Bajo aquel indestructible disfraz vivía la mente más lúcida y crítica que yo haya cono- cido jamás. Fue él quien me explicó con toda clase de pormenores cómo se había hundido el sistema procesal catalán en cuanto algunas mujeres lle- garon a la toga y los secretarios ya no se atrevieron a cobrar los modestos sobornos habituales para adelantar expedientes. Todo se vino abajo. Diego Medina, idealizado, es el modelo de muchos personajes de Mendoza. Diego, como el emperador Claudio, se ocultaba bajo una máscara de simpleza para que lo dejaran en paz, aunque no lo consiguió del todo. Hemos llorado mucho su muerte.
Mendoza aprovechó los años de abogacía para su primera novela: «De la Barcelona Traction, me escribió en una ocasión, podría hablar días se- guidos. Me aburrí mucho, pero durante años estuve buceando en los archi- vos de la empresa que electrificó Cataluña, hizo posible la revolución industrial y sufrió la primera huelga general que hubo en España: la huelga de la Canadiense, en 1919. Leí esta historia a través de telegramas, infor- mes, cartas, memorias de empresa, etc. De ahí salió el caso Savolta. Diego y yo compartimos despacho en la asesoría jurídica del Banco Condal, com- pitiendo en negligencia, incompetencia y desinterés. Fue una conversación sobre literatura de 8 horas diarias durante tres años. El último año yo le iba pasando el manuscrito del Savolta, él lo leía y me hacía correcciones. De todas las inversiones del banco, ésta fue la única que aún da dinero».
Entre lo que aprendió en el Banco Condal sobre el negocio de la corrup- ción política, su propio interés por la literatura policial (no la novela negra, sino los informes de peritos, fiscales, delincuentes y comisarios), el consejo literario de Diego Medina y sus años de aprendizaje en Nueva York, de re- pente, en 1975 publicó una novela que cayó como una bomba en el sopo- rífero ambiente español. Con decir que le complugo incluso a Juan Benet ya está todo dicho.
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